Epidemia de Ataque de Pánico


El ataque de pánico es un ataque de ansiedad y está afectando particularmente la vida de la gente que vive en las grandes ciudades modernas.

La soledad, el stress, las presiones, las exigencias, la frustración y principalmente el mal manejo del control, hace que las personas sufran de este síntoma relacionado con la depresión.

Una persona con depresión puede presentar síntomas de abulia, decaimiento, falta de interés, insomnio o disminución del metabolismo; y presentar lentitud de movimientos, desaliño en el aspecto personal, falta de aseo, o dejadez; pero también puede tener depresión aquel que duerme todo el día o que trabaja compulsivamente, fuma de la misma manera, se alcoholiza, se droga, come en exceso o tiene ataques de pánico.

En este momento el ataque de pánico se puede controlar con bastante facilidad y la mejor manera es en forma combinada, con psicofármacos como los ansiolíticos, administrados por un psiquiatra, y con psicoterapia.

La psicoterapia cognitiva puede ayudar a atenuar sensiblemente los efectos de esta afección y muchas veces a erradicarlos completamente.

La persona que consulta tiene que estar dispuesta a cambiar; y para lograrlo será necesario que cambie también su perspectiva.

Si se trata de una persona de fe, que cree que hay algo superior, deberá aprender a aceptar las cosas como son, porque siempre habrá una razón para que ocurra un fenómeno, sólo que a veces no llegamos a entenderla.

Hay que aprender a soltar y dejarse llevar, esto implica estar dispuesto a entregarse incondicionalmente a lo que Es.

La entrega total, la rendición sin cuestionamientos, es la clave para salir del estado de incertidumbre e inseguridad que sienten las personas con depresión, que sufren ataques de pánico, porque intentan controlar todo a su alrededor y creen que todo depende exclusivamente de ellos mismos.

Abandonar el control es la primero que tienen que hacer, porque el control es una ilusión, ya que es imposible e inútil tratar de controlar todas las variables.

Si la persona no tiene fe, tiene que pensar racionalmente y se dará cuenta que existe un orden natural y que formamos parte de un universo tan inteligente como lo somos nosotros; y que cuando se produce un problema también existe la solución, porque en el universo existe la ley de la polaridad y cada cosa tiene su contrario, y ambos opuestos conforman la unidad.

Una vez que se acepta ser parte de algo más grande y ordenado se pierde el sentimiento de aislamiento, característico de las personas con depresión.

La aceptación de la realidad es un signo de sabiduría, porque es estar consciente que no puedo cambiar nada ni nadie sino sólo a mi, ni interferir en las experiencias de los demás sino únicamente en las mías.

Los demás están en el mismo camino que nosotros, sólo que se encuentran en distintos niveles de evolución.

Todo lo que ocurre es la consecuencia de una acción y depende del nivel de conciencia y cada uno hace lo mejor que puede desde ese nivel.

Por lo tanto nadie es culpable sino sólo responsable. De modo que a partir de ahora debo perdonar todo a todos.

Me queda hacer todo lo posible para actuar de la mejor manera haciendo lo que me corresponde y sin hacer más de lo necesario, porque no tengo que quedar bien con los otros sino conmigo mismo; y tratar de comprender a los demás sin criticarlos porque no los puedo juzgar, ya que cada uno hace lo que puede.

Los seres humanos deben adaptarse a cada etapa de la vida. Cada una de ellas representa un desafío que obliga a cambiar. Por lo tanto, adaptarse a los cambios es necesario para poder seguir viviendo.

También debo aprender a adaptarme a mi entorno para ser feliz y renunciar a creer que para sentirme mejor debo estar en otro lado viviendo otras circunstancias.

En este momento estamos en el lugar donde queremos estar, con las personas que conocemos y amamos, porque eso es lo que hemos elegido hasta hoy, y huir de los problemas no es la solución, sino enfrentarlos y atrevernos a cambiar lo que queremos y podemos cambiar.

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