Las Costumbres


Vivimos en una época en que los usos y las costumbres de los países modernos varían día a día. Cuando esto ocurre, gracias a nuestra desafortunada falta de información, la trampa de la burla de quienes se mantienen a la vanguardia de los hechos, se encargan de recordarnos que hemos descendido a la desprestigiada categoría de los anticuados.

Antiguamente un cambio de costumbres llevaba años en establecerse colectivamente pero ahora, la velocidad imperante ha alcanzado también estas prácticas, que se imponen debido principalmente a la frondosa imaginación popular.

La gente parece necesitar el cambio más que antes, distinguirse, ser diferente, y arremete contra todo lo establecido.

Los que se empeñan en seguir las viejas costumbres son mirados con desconfianza porque saben que su aparente indiferencia encubre una crítica.

Para los europeos que viajan por Sudamérica o Centroamérica, las condiciones de vida y las costumbres de muchos de sus habitantes les pueden parecer deplorable.

Pero en las culturas de clima muy caluroso, la gente tiene costumbres y usos muy diferentes que resultan más adecuados para vivir en ese ambiente.

Desde el punto de vista de un habitante de un país tecnológicamente muy desarrollado, la forma de vida de los habitantes de Centroamérica o Sudamérica, les puede parecer paupérrima, pero no se dan cuenta que tienen la fortuna de vivir en forma más natural, en permanente contacto con la naturaleza y que esa manera de vivir no le exige tener tantas cosas.

Los habitantes de esas tierras comparten sus pertenencias con sus familiares y también con los forasteros que siempre son bienvenidos a sus casas, que suelen brindar en forma desinteresada.

No estoy segura que la vida de un acomodado empresario de un país del primer mundo pueda aventajar a estos humildes ciudadanos en cuanto a calidad de vida se refiere. Aunque fuera sumamente generoso, el temor al robo o al asesinato no le permitiría intimar con desconocidos.

Sólo una persona que tiene mucho que perder se desvive para mantenerlo, mientras que el que vive sólo con lo necesario se puede dar el lujo de saborear el significado de cada minuto de su existencia.

Cobijar a un desconocido y dar de comer al hambriento es privilegio de los pobres y andar descalzos no necesariamente indica pobreza de recursos, porque puede significar una costumbre arraigada debido a las agobiantes temperaturas y a las condiciones más agrestes del terreno que pisan. Tampoco necesitan mucha ropa ni otros enseres que para muchos de otras latitudes son indispensables.

Los habitantes de las zonas tropicales viven al día, confían más en la providencia porque se sienten que forman parte de la naturaleza, se alimentan muchas veces de lo que pescan, del pan que amasan y de vegetales frescos recién cosechados, muchas veces cultivados por ellos mismos, alimentos que no están al alcance de los que viven en grandes ciudades, aparentemente más cómodos.

Las festividades populares, plenas de colorido, son oportunidades para relacionarse y disfrutar con sus familias de las cosas sencillas, sin pretender otra cosa diferente a sus ancestros.

No se puede hacer un juicio de valor con respecto a los usos y las costumbres de los pueblos, ni una evaluación de sus condiciones de vida a partir de ellos. No existen las buenas o malas costumbres, porque son las formas que tienen las distintas culturas de adaptarse de la manera más conveniente a su ambiente.

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