La fertilidad asistida
La vida moderna exige a la mujer de hoy desarrollarse profesionalmente brindándole la oportunidad de proyectarse hacia una carrera laboral.
Para poder lograrlo, la mayoría se ve en la necesidad de postergar su deseo de ser madre, de modo que suelen pasar algunos años antes de llegar a concretar este objetivo.
Por este motivo, hoy en día gran parte de las madres primerizas son consideradas por los médicos añosas, por contar con más de 35 años de edad.
El hecho de pretender tener el primer hijo a esta edad aumenta las posibilidades de resultar estéril, situación que puede determinar la necesidad de una fecundación in vitro.
Los tratamientos para la esterilidad, además de ser complejos y desagradables, tampoco aseguran que se produzca el embarazo, pero es la única solución que hace posible concebir un hijo propio.
La naturaleza facilita las cosas a las madres más jóvenes asegurándole al niño su cuidado hasta que se desarrolle totalmente, a la vez que les brinda a sus padres naturalmente en esta etapa de su vida, el entusiasmo y la disposición necesaria e ideal para la crianza.
Sin embargo, cada día son más las madres primerizas no tan jóvenes dispuestas a tener un bebé aún después de los cuarenta o cincuenta años y aún más.
Esta circunstancia, podría producir consecuencias desconocidas e inesperadas en el futuro, tanto afectivas como sociales y culturales, cuando la ciencia consiga el desarrollo artificial de un ser humano fuera del útero materno.
Un cuento para pensar
La Evolución
Después de muchos siglos, debido al abuso de la fertilidad asistida, y de los embarazos fuera del útero materno de niños concebidos en probetas, se produjo una modificación genética en los seres humanos así nacidos, que los convirtió en no aptos para procrear.
Cuando toda la humanidad quedó naturalmente estéril, los científicos más eminentes lo consideraron una consecuencia lógica de la evolución.
A la esterilidad la acompañó casi en forma inmediata la pérdida del deseo sexual, instinto natural aprovechado por todos los que lucraban con el negocio del sexo, la pornografía y las perversiones.
Fueron años difíciles, porque cuando estas prácticas dejaron de ser rentables se produjo una verdadera catástrofe económica y millones de personas quedaron sin trabajo.
Los canales de televisión con mayor rating fueron a partir de entonces las películas documentales relacionadas con el arte, los últimos conocimientos científicos o las mesas redondas sobre conferencias filosóficas o teológicas, porque los canales que vivían del exhibicionismo y del sexo, fueron quebrando por falta de imaginación, reducida tantos años a la creación de televisión basura.
Sin embargo, el mundo recobró el equilibrio rápidamente, el progreso no cesaba y la avidez por el estudio y el conocimiento se generalizaron.
Finalmente se erradicó del planeta la pobreza, el avance científico terminó con todas las enfermedades y la educación fue la meta más codiciada de todos los habitantes.
Aunque la humanidad era naturalmente estéril, la reproducción no cesó, porque se producían nuevos nacimientos de clones a partir de una célula humana; que sometida a un procedimiento de laboratorio se llegaban a multiplicar sin necesidad del óvulo y el espermatozoide.
Vivir en pareja ya no era necesario, ni tampoco tener una familia, porque los niños desde su nacimiento eran criados por personal especializado con las normas científicas más avanzadas, por lo tanto cada uno vivía muy tranquilo en su propio mundo y sólo se conectaba por teléfono sin llegar a conocer nunca al sujeto que estaba del otro lado.
Pero ocurrió lo inesperado. Un día, dos sobrevivientes de un naufragio fueron a parar a la misma isla desierta; y porque estaban desnudos se dieron cuenta que eran diferentes.
Decidieron no separarse, para poder entre los dos enfrentar mejor el problema de la supervivencia.
Resultó ser un hermoso paraje que parecía un paraíso, con abundante agua y muchos árboles repletos de frutos. Fue entonces que ella le ofreció a él una manzana…
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