Problemas reales y aquellos que nos causamos a nosotros mismos


El individuo que, en cierto sentido, no logra manejar bien sus pasiones, posee una tendencia a dejarse dominar por aquellos sentimientos considerados como desfavorables, los cuales se multiplican e incluso pueden llegar a agrandarse, sin importarle de forma directa que ésta actitud puede llegar a enfermarle, pues propiamente no se lo plantea en sí mismo.

En la práctica, y dado que nuestros propios problemas nos generan angustia y dolor personales, existe en las personas una tendencia a denominar como “problema grave” a uno que, en realidad, no lo puede ser tanto, pues nadie está dispuesto a afirmar que, muchas veces, nos preocupan problemas irreales, imaginarios, o que, en el fondo, no poseen esa importancia real que cada cual le da.

Y es que si propiamente esos problemas nos generan dolor, tendemos a considerarlos a partir de ese momento como “graves”, encontrándonos luego en un círculo vicioso de razonamiento típico de la gente denominada por esos sentimientos desfavorables.

Muchos autores han opinado de forma igual a este respecto, y gracias a esos estudios se ha llegado a establecer una línea de “acción” en referencia a la aparición del problema en sí y su posterior… ampliación: en primer lugar, la persona se siente mal, temerosa o angustiada; identifica como que ese sentimiento está producido por sus problemas, no pudiendo hacer nada a tal respecto; al observar de forma subjetiva ese problema, y al hacerle daño, considera que, por tanto, es un problema “grave”; y, finalmente, se da cuenta que el tiempo pasa y que el dolor sigue igual o incluso puede llegar a ser mayor, llegando a considerar al problema como irreversible.

En este caso, debemos darnos cuenta de que, ese principal problema, comienza con nosotros mismos, sintiéndonos mal, por tanto, la acción o evento no es considerada como un problema hasta que propiamente nos produce dolor y sufrimiento.

No obstante, la aplicación de ver las cosas con realismo, ecuanimidad y la objetividad misma, observando detenidamente los “problemas” en sí, nos ayudaría a comprobar cuán grave es de verdad tal problema; pues, no hay que olvidar, que muchos de esos problemas, no sólo -incluso- no suceden como tales, sino que nos los creamos nosotros mismos mentalmente.

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