Clasificando los problemas


Ultimos dias del mejor regalo de esta primavera.

Vimos en una anterior entrada que muchas veces la mayoría de los problemas que cada cual tenemos, o bien no son tan graves como los podemos llegar a considerar nosotros mismos, o incluso pueden ser hasta irreales y carecer de importancia misma.

Cabe recordar en este instante que, obviamente, las personas tienden a considerar un problema aparentemente “sencillo” y “normal” como “grave” cuando éste les causa dolor, angustia y frustración, algo que le llevará a una especie de “rueda” donde se recreará continuamente en ese problema, aumentará aún mucho más su dolor, y ello le impedirá -de forma objetiva y realista- atenderlo según la verdadera importancia que realmente posee.



Lógicamente, un determinado problema afectará a una persona de una forma y a otra de distinta manera, si bien a algunos otros no le llegará simplemente a afectar. Y es que, para poder llegar a una compresión medianamente detallada acerca de qué problemas pueden tener la mayoría de las personas, se hace preciso llevar a cabo una clasificación de aquellos que podrían ser considerados como los más comunes.

En este punto, éstos irían desde problemas de autoestima a cuestiones puramente filosóficas, pasando por metafísicos, problemas con la familia, hijos, pareja o amigos, laborales, de adaptación con el entorno o la sociedad, y físicos.

Cabe añadir en este momento que, a pesar de ser una clasificación muy general, muchos de esos problemas pueden ser catalogados dentro de estas mismas categorías. Y es que la noción en sí de “problema” está íntimamente relacionada con la percepción causada por un manejo inadecuado de nuestros propios sentimientos, pues no somos capaces de evitar que incluso lleguen a tomar magnitudes extremas.

No obstante, la vida es un proceso de incremento de la inteligencia, del aprendizaje, de la sabiduría. Por este motivo, aunque suframos una determinada vez por algún problema en particular, podemos identificarlo en un futuro y recordar aquello que hicimos para solucionarlo (en los casos en los que sea posible; y, en caso negativo, simplemente no focalizarnos en él y dejar que éste domine nuestra propia existencia y día a día).

La objetividad y la visión realista de los hechos, a pesar del daño que algunos problemas nos puedan causar, son las mejores opciones para poder solventar un hecho que nos hace daño y nos causa dolor.

En este caso, y cuando seamos plenamente consciente de ello, veremos los hechos objetivos y los problemas no como tales, sino como una manera favorable de desafío, pasatiempo, o tarea. Como una forma de aprender y de superar los obstáculos para luego ser más plenos y fuertes.

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