El deseo de reconocimiento

Para abordar este tema me remito a Alexandre Kojève -una de las referencias fundamentales del joven Lacan, allá por los años ’30. Siguiendo a Kojève, tenemos que la negatividad en Hegel domina el ser del hombre. Que su realidad es un acto de auto-creación histórica por negación de lo dado en lo inmediato.
En Freud, la negación se presenta como una afirmación. La creación del “no” es fundamental en lo simbólico.
Pero esta negatividad de la que habla Hegel, fundamento del ser en base a la muerte, se anuda a la acción, al acto en tanto histórico y simbólico; algo que tiene una impronta en toda la enseñanza de Jacques Lacan. Solo hay acto donde hay símbolo, donde hay sujeto.
Podemos decir que este desarrollo culmina con el “deseo de reconocimiento” –algo que en la obra de Freud no aparece. El deseo que tomamos de Hegel, ese deseo que se genera en la lucha a muerte, de puro prestigio, tiene como objetivo que el otro reconozca al que vence como sujeto, para así lograr su realización de sujeto.


Siguiendo a Hegel, el deseo humano no debe recaer sobre un objeto, sino sobre el deseo tomado como objeto: deseo de deseo. Esto revela un vacío, la presencia de una ausencia.
El deseo humano es el deseo del deseo del otro; incluso cuando ese deseo se dirige a cualquier objeto, está mediado porque otro desea ese mismo objeto…
Así, decimos con Hegel que la lucha a muerte de puro prestigio tiene como fin el reconocimiento del otro. Y en esa lucha sin embargo debe prevalecer la conservación de la vida, ya que si hay muerte real, no existirá el reconocimiento (objetivo de la lucha)
En la obra de Lacan es innegable esta referencia hegeliana, aunque tenga sus matices, claro. El “deseo de deseo” está presente desde su concepción del Estadio del Espejo, hasta la cuestión del deseo del Otro, en el campo de lo simbólico.
Es aquí donde aparecen diferencias, pues en esa concepción de lo simbólico, la palabra es entendida en tanto mediación, en tanto acuerdo simbólico. La palabra en estos términos implica reconocimiento, pacto.
La palabra (en el campo de lo simbólico) pacifica la lucha del puro prestigio (imaginaria) que si termina en la muerte real, elimina por lo tanto la posibilidad del reconocimiento.
El psicoanálisis introduce una modificación que atañe al lenguaje, en una transformación radical del esquema de la comunicación. A través de los conceptos de “palabra” y “deseo de reconocimiento” Lacan dirá que “el emisor recibe del receptor su propio mensaje invertido”.
Se trata aquí de un deseo que nada tiene que ver con la información, sino más bien con un “don”, un símbolo. Y de una determinación del sujeto por el Otro. Así, tenemos como ejemplo las fórmulas clásicas de Lacan “tú eres mi mujer”, “tú eres mi maestro”, que definen, de modo retroactivo, al emisor como “marido” o “discípulo” respectivamente.
Es así que el sujeto depende en su constitución misma, de la palabra, encarnada en el otro, como mediación simbólica. El Otro como garante, el Otro de “la buena fe”, que se supone interdicta esa lucha imaginaria.

El reconocimiento del deseo, mediado así por el campo simbólico (vía la palabra y el lenguaje) integra al sujeto humano en el plano simbólico.

FUENTE: LACAN, J “Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis”
RABINOVICH, D. “Sexualidad y significante”

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