La realidad y el placer

Ante esta pregunta freudiana que produce un giro en su teoría, esa pregunta sobre el más allá del pricipio de placer, Freud nos dice que tenemos un primer ejemplo de esto en esa inhibición de placer que existe cuando nos enfrentamos al mundo exterior.
Así, este placer queda sustituido por el principio de realidad. Este principio no deja de aspirar al placer, pero tiene la particularidad de retardar esa consecución placentera. Como así también implica cierta renuncia a conseguirlo.
El principio de realidad sería entonces el responsable de esa suspensión de satisfacción inmediata a la que estamos inevitablemente expuestos una vez enfrentados al exterior.
Pero, añade Freud no hay que responsabilizar del todo al principio de realidad de esta suspensión de placer; sino que también estas sensaciones displacenteras provienen de otro sitio: de esas pulsiones que han sido sometidas, sofocadas, por la represión.

Si esas pulsiones llegan a ser satisfechas -ya sea por un camino directo o por sustitución- plantea Freud, el yo las siente como displacenteras.


Y dice que esto es lo que ocurre en los neuróticos: todo el displacer que siente el neurótico se trata de “un placer que no puede ser sentido como tal”.
Dice que todo el displacer que podamos sentir proviene de un displacer de este tipo o por una confrontación con el exterior, con el peligro que conlleva o con sucesos externos que causan pesar y dolor.
Así nos habla de las llamadas “Neurosis Traumáticas” y de la guerra que hacía poco había terminado, la Primera Guerra Mundial.
Estas neurosis traumáticas se acercaban en su descripción a la Histeria, porque tenían los mismos síntomas en el cuerpo, aunque el padecimiento subjetivo en el primer cuadro era mucho mayor que en el segundo.
Aún así Freud considera que este no es un tema acabado, que no se había llegado aún a nada definitivo en la explicación ni de las Neurosis de guerra ni en las Neurosis traumáticas en general.
Existen en estas últimas dos características con las que Freud las describe. Una, la sorpresa como factor fundamental para su formación, el susto. Y por otro lado, que si existía algún golpe o herida en ese mismo instante, esto actuaba “en contra” de la formación de estas neurosis.
Un bueno momento encontró Freud aquí para hacer una digresión al respecto y diferenciar tres cosas que suelen confundirse, o de las que suele hablarse como sinónimos.
Susto, miedo y angustia. Estos se diferencian por su relación al peligro.
Empezaré por la angustia. Aquí tenemos una teoría de la angustia que implica una situación similar a la que se está cuando un espera el peligro y se prepara para eso, aunque no sepamos de qué peligro de trata.
Si hablamos de miedo tenemos como referencia un objeto. Miedo a un objeto específico.
Sin embargo, en el susto, tenemos ese estado que nos asalta en un determinado momento, que nos toma por sorpresa, cuando no nos esperábamos eso. Es ese factor sorpresa mismo con el que Freud caracteriza a las neurosis traumáticas.
No cree que la angustia pueda causar la neurosis traumática; sino que respecto de esto Freud dice que la angustia misma es una defensa contra el susto. Aquí encontramos un esbozo de la segunda teoría de la angustia en Freud.
Esto es algo que seguirá desarrollando en su texto “Inhibición, síntoma y angustia”.


Fuente: http://psicologia.laguia2000.com

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