Tocar un instrumento, una sinfonía de beneficios


La práctica habitual desarrolla la memoria, la creatividad y las habilidades del lenguaje, pero es imprescindible la motivación del intérprete

El abigarrado calendario de actividades extraescolares de niños y niñas lo lideran la práctica deportiva, el conocimiento de idiomas y la familiarización con la informática. A una considerable distancia suena la música. Así lo confirman los últimos datos del Instituto Nacional de Calidad y Evaluación (INCE), que sitúa el aprendizaje de partituras, pentagramas y escalas, con el Do-Re-Mi-Fa-Sol-La-Si-Do a la cabeza, como la cuarta enseñanza más demandada entre los alumnos de Primaria y Secundaria. A pesar de que los beneficios que aporta tocar un instrumento deberían ser música celestial para los oídos de los padres, se sigue prefiriendo oír, escuchar en el mejor de los casos, que interpretar una melodía. Y eso que la práctica habitual desarrolla la creatividad, mejora la memoria y las habilidades lectoras, entre otros muchos efectos positivos. Pero para ello la música debe representar disfrute, juego, divertimento, no sufrimiento. Los expertos en salud de CONSUMER EROSKI recuerdan que es elemental que los niños se diviertan mientras aprenden a tocar su instrumento y que no deben considerarlo una obligación o una imposición paternal.

A los cuatro meses, los efectos positivos de la enseñanza musical son visibles en niños y niñas

El fútbol, el baloncesto, la natación... el ejercicio físico reina en las actividades extraescolares. La formación musical, curiosamente, ha sido hasta hace no mucho la nota discordante. Junto con la pintura, el teatro o el ballet, es una alternativa, aparentemente, minoritario pese a su buena, y merecida, fama. Son innumerables los estudios, investigaciones y tesis que certifican que el aprendizaje musical potencia una larga lista de capacidades entre los estudiantes. La práctica habitual con un instrumento mejora la destreza manual y la visual. La memoria, la creatividad y las habilidades del lenguaje también se refuerzan. Por eso mismo, cada vez más especialistas recomiendan una formación musical para mejorar las habilidades lectoras y de escritura, sobre todo, en niños con dislexia. La inteligencia espacial, que es la capacidad para percibir de forma detallada el mundo y formar imágenes mentales de los objetos, se desarrolla de forma significativa en quienes tocan un instrumento musical. Es un aspecto fundamental en la vida cotidiana. Por ejemplo, la inteligencia espacial es útil para orientarse, solucionar problemas matemáticos complejos y hasta para gestos aparentemente sencillos como envolver el almuerzo diario. Y lo mejor es que los efectos positivos de la música salen pronto a escena. Los expertos estiman que a partir de los cuatro meses de enseñanza los cambios comienzan a detectarse en los estudiantes.

Además de los beneficios fisiológicos, la práctica de tocar un instrumento deja también su impronta en el carácter de niños y niñas y en su relación con los demás. En general, son personas metódicas y disciplinadas que cuidan los detalles, tienden a planificar bien las tareas y destacan por su capacidad de atención. Todos ellos, aspectos muy valorables en cualquier estudiante. A menudo, quien toca un instrumento debe hacerlo delante de profesores, examinadores o de público. Esto enseña a los jóvenes a vencer el miedo, la timidez y aporta seguridad y autoconfianza.
Con la música a otra parte

Ahora bien, todos los beneficios que aporta la práctica habitual con un instrumento se pueden ir al traste por dos motivos recurrentes. El primero, que el estudio y el aprendizaje musical lleguen por imperativo paternal y sin que terminen de convencer al principal interesado: el niño. Craso error. Si es así, es probable que la práctica con el instrumento se convierta en una condena y deje de atraer el interés y la atención de los pequeños. Es fundamental que los niños aprendan y practiquen con el instrumento, pero sin olvidar su faceta lúdica. De lo contrario, se corre el peligro de que piensen que la música es una tarea obligatoria, no disfruten con ella y sus efectos positivos se diluyan.

El aprendizaje musical es, al igual que el resto de actividades extraescolares que complementan la formación de los niños, beneficioso para los estudiantes siempre y cuando no se caiga en el error de sobrecargarles. Por la mañana van al cole, por la tarde, entrenamiento de fútbol, piscina, clases de inglés, de guitarra, baile... Sin embargo, ¿es bueno que tengan una agenda tan apretada? El horario libre de los estudiantes debe organizarse con sensatez y prudencia y de una manera estructurada y supervisada. La música, la práctica de deportes, de idiomas o cualquier otra actividad fuera del horario lectivo les permite desarrollar habilidades sociales y cognitivas difíciles de adquirir en el aula. Pero es también prioritario cederles espacio para jugar, estar con la familia o simplemente no hacer otra cosa más que descansar.

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