Divorciados... ¿también de los amigos?


En ocasiones, separarse no solo siginifica perder de vista a una pareja fallida, sino también a unas cuantas amistades. ¿Por qué nos resulta tan difícil mantener a los recién separados en el grupo? En la mayoría de los casos... porque hablamos de más.

Afinidad. Es la palabra que más se repite como respuesta a la pregunta que he hecho a todos mis conocidos desde que me encargaron escribir sobre cómo se hace el reparto de amigos tras la ruptura de una pareja. ¿La solución? Que la mayoría de nosotros no escoge con quién se queda ni por antigüedad, ni por proximidad, sino por afinidad, vamos, el mismo motivo que se aduce en las nominaciones de Gran Hermano.

Parece, por lo tanto, sencillo, pero una vez que se rasca y se profundiza un poco más en el tema, la cosa se complica. No hay más que añadirle a la encuesta las variables propias de la vida real. Por ejemplo, ¿qué pasa si la parte más afín a nosotros ha cambiado de modelo de cónyuge para irse con una chica 20 años más joven que su anterior pareja que, para más inri, llora desconsolada en nuestro salón? ¿O si nuestro propio cónyuge, que nunca ha podido soportar a esa persona “afín”, ahora está deseando no verla nunca más y recibe la noticia de la separación con alegría porque es la excusa perfecta para lograr su objetivo?

Y... ¿qué pasa si no hay afi nidad alguna, pero sí unos hijos que se empeñan en quedar con sus amiguitos? Ante la realidad, la cosa se complica, ¡y mucho! Y es que el reparto de amigos postseparación en los tiempos en los que todos estamos solteros es mucho más sencillo: uno se queda con el amigo con el que venía de casa, y hasta luego: la veteranía es un grado en estos casos.

Pero, ¿qué sucede cuando se trata de amistad entre parejas? Cuando la relación ya no es entre dos, ni tres, sino entre cuatro (eso, por no hablar del factor niños)... hacer lo correcto no es tan sencillo. ¿Qué hacemos entonces? ¿Se quedan los chicos con los chicos y las chicas con las chicas? ¿Existe la custodia compartida de amigos? ¿Reparto en fines de semana alternos y 15 días en vacaciones?

En general, no nos engañemos, la cosa va por sexos. Las mujeres acogen y recogen a las nuevas solteras, y ellos… bueno, dado que “ellos” no suelen organizar la vida social de la pareja, lo normal es que se queden contemplando sin más cómo el separado masculino, por alguna inexplicable ley de la naturaleza, tarda un tiempo sorprendentemente corto en volver a emparejarse. Lo cual reduce la posibilidad de conflicto de forma casi natural (si no hay que ver a los dos ex, la cosa es más fácil de llevar), pero puede suponer perder para siempre del círculo de amigos a alguien a quien se aprecia si no se hace un esfuerzo extra para mantener el contacto.

Si no se cuida la amistad con mimo, el final de la historia está predeterminado: pasan los días, los meses, transcurren años y un día... y un encuentro casual acaba con el consabido: “Bueno, a ver si te llamo y nos vemos, ¿te parece?”. Eso es lo que se dice, pero todos nos conocemos ya los subtítulos de esta película: “Vaya, ya nos hemos puesto al día, luego le cuento a tu ex que te he visto y así hasta dentro de un par de años, si es que nos volvemos a encontrar por casualidad”. Y es que, en defi nitiva, la clave del éxito para superar la ruptura de una pareja amiga se basa, sobre todo, en lo que no se dice y en lo que no se hace.

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