Dar vuelta la página


A todos nos han pasado cosas que tememos nos vuelvan a suceder. O tememos que ciertas cosas no nos vuelvan a pasar. Nos cuesta pensar en volver a empezar, nos da temor volver a enamorarnos, o todo lo contrario, no volver a enamorarnos.

Siempre hay nuevas oportunidades. Todas las personas las tienen pero sólo algunas se permiten buscarlas o darles entrada nuevamente en su existencia.

En lo que se refiere a una pareja, la decisión de dar por terminada la relación es una de las más difíciles de la vida y se suele creer que encontrando al culpable es menos doloroso. En realidad, esto es inútil ya que hay que reconocer que una etapa ha terminado y más que culpables cada uno deberá hacerse cargo de su cuota de responsabilidad, aprender de los errores y no volver a repetirlos, recordando los buenos momentos vividos. Solamente rescatando las buenas experiencias es posible hacer las paces con el pasado.
Proyectarnos para lo bueno
Nuestra vida siempre atraviesa etapas. Cuando termina una, comienza otra que puede ser mejor (siempre y cuando uno se permita disfrutarla y sin sentir culpa).
Cuando insistimos en mantener una relación que no funciona nos debilitamos, perdemos la alegría, nos desvitalizamos, se nos achica el horizonte. Solemos pagar ese precio para evitar una soledad que, en realidad, ya está instalada aunque no podamos o queramos admitirla.
Más difícil aún es superar la muerte de uno de los miembros de la pareja, dado que genera un sentimiento de tristeza, impotencia, rabia y conlleva el riesgo de idealizar a la persona perdida. Siempre hay que enfrentar el duelo, elaborar la pérdida del ser querido y no sentirse culpable por seguir viviendo, deseando, o rehaciendo su vida. Hay que recordar que el mundo es de los vivos.
Obviamente, aparecerán dudas sobre nuestra capacidad de volver a querer: estas son sólo barreras tras las que nos refugiamos para preservarnos.
A veces suele asustarnos ser felices, aunque todos tenemos la necesidad natural de sentir que nos quieren y esa misma necesidad nos empuja a buscar un compañero.

Una nueva historia

Recordar que el coqueteo es un magnífico ingrediente del amor. El mostrarse receptivo y mantener cierto grado de misterio suelen atraer la atención y despertar el deseo. ¿No se sabe cómo se hace? No importa, siempre se está a tiempo de aprender. Lo importante es no forzar situaciones ni intentar cambiar el curso de los acontecimientos. Observe, descubra, conozca a la otra persona antes de tomar decisiones fundamentales. Saber esperar, desear (sin acosar), no quemar etapas y darse tiempo para que se aclaren los sentimientos son claves en fundar un nuevo vínculo.

En una relación sana crecemos y nos desarrollamos, aprendemos a reconocer nuestros límites y compartimos intereses aceptando nuestras carencias y las del otro al tiempo que reconocemos nuestras virtudes y las de nuestro compañero. Que no se esté de acuerdo en todas las cosas no es razón suficiente para que la pareja no funcione. En estas situaciones el respeto mutuo, la conversación respecto a las diferencias, el escuchar y aceptar las ideas del otro se impone. Esto es lo que nos enriquece y nos permite complementarnos y, de ninguna manera, es motivo para no ser feliz, aunque puede suceder que la felicidad no dure para siempre, pero… ¿quién nos quita lo bailado?
Pensar en nosotros

La autocompasión hace que los demás se alejen. Por ello recordemos que nadie quiere estar con una persona que sólo siente lástima de sí misma. Cada situación puede vivirse desde un punto de vista negativo pero también puede ser positivo, como complacerse de estar a solas con uno mismo y disfrutar de la independencia. Recuperar la autonomía perdida posibilita crecer y desarrollarse, implementando ideas nuevas o realizando cosas siempre pospuestas para “más adelante”.

Es el momento de redescubrir el “yo” después de un período donde todo pasaba por el “nosotros”. Compartir con amigos, tener vida social, en lugar de aislarse en un mundo solitario para “acariciar el sufrimiento”, permitirse el esparcimiento, no aislarse a través del trabajo y admitir el ingreso de nuevos intereses en nuestra vida son actitudes que no debemos olvidar.

Tener siempre presente que la idealización hace peligrar nuestra identidad individual. Dejar de lado la vergüenza o el sentimiento de “haber olvidado” a quien ya no tenemos a nuestro lado. La vida continúa. Nuevas experiencias y renovadas relaciones jamás nos harán olvidar lo que vivimos, pero nos llevarán por caminos diferentes.
Reflexión

Hay que evitar las comparaciones. Cada persona es distinta y las situaciones que volveremos a vivir tal vez no sean ni mejores ni peores, pero sí, diferentes.

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