Déjà Vu
Se denomina “Déjà vu” a la sensación que experimentan algunas personas, de haber ya vivido con anterioridad; acontecimientos, situaciones o circunstancias; como por ejemplo, participar en conversaciones en las que pueden anticipar con rigor lo que todos van a decir aunque no conozcan a nadie; estar en lugares por primera vez y reconocerlo con exacta precisión o encontrarse con alguien y tener la plena convicción de haberlo conocido siempre, incluso íntimamente, sentimiento que a veces resulta mutuo.
La mayoría de las personas que tienen estas experiencias generalmente no desea contarlas, pero en la literatura existen testimonios múltiples, muchas veces debidamente documentados.
Ya en el siglo I después de Cristo, Apolonio de Triana aportó ejemplos de haber conocido antes a personas que veía por primera vez.
Mucho tiempo después autores prestigiosos como De Quincey, Coleridge, Sir Walter Scott, Edgar Allan Poe, Nathaniel Hawthorne o Bulwer Lytton, se refirieron en sus trabajos literarios a este fenómeno.
John Buchan comenzó a creer en la reencarnación cuando se encontró en un escenario en el que sentía había estado antes y que le resultaba absolutamente familiar. Esa experiencia figura en su libro “Memory Hold the Door” .
Cabe destacar que en tales vivencias no sólo interviene un solo sentido sino que son evocadas con todos los sentidos, mediante sensaciones que resultan idénticas a las supuestamente experimentadas en algún momento del pasado.
La literatura abunda en relatos relacionados con las experiencias “déjà vu”, que por ser tan singulares, vívidas y convincentes pueden sugerir la posibilidad de haberlas experimentado en otras vidas.
David Christie-Murray, en su libro “Reencarnación – Creencias Ancestrales y Testimonios Modernos”, cita una selección de casos.
Entre ellos está el de una joven mujer que pudo reconocer una casa en Worcester y dentro de ella recordar una puerta que había existido en otros tiempos que había sido anulada, sin mostrar el muro ninguna señal que la delatara.
Otra historia, documentada en registros municipales del lugar donde ocurrió, refiere el caso de una enfermera francesa que mostró conocer las torres del Castillo de Saint Germine, en Laye, sin haberlo visitado antes, ni haber oído nada sobre él; acordándose incluso de la existencia de una habitación sellada al final de una oculta escalera.
Ruth Montgomery, en su libro “Here and Hereafter”, atestigua haber conocido el camino que conducía a la Cámara Real de la gran pirámide de Egipto, antes de haberla visto y sin saber nada al respecto.
En 1906, un sacerdote llamado Forbes, cuando visitó Roma por primera vez le resultó tan familiar la antigua ciudad, como si hubiera vivido allí siempre; y en Leatherhead pudo determinar el lugar exacto de una Via romana que había existido cerca de esa ciudad.
Una mujer británica soñaba reiteradamente con una casa, que posteriormente reconoció al pasar por un vecindario, que en ese momento se ofrecía en alquiler. La propietaria también la reconoció a ella; era igual al fantasma que se paseaba habitualmente por su dormitorio.
Najib Abu Faray se mudó de distrito y se instaló en Djebel Druse; lugar que le pareció muy familiar. También reconoció una casa en particular; y dentro de ella un escondite que nadie había visto antes donde sabía que encontraría una bolsa de dinero. Esta evidencia fue identificada como vivida por Mansour Atrash, muerto en 1897, quien había ocultado en esa casa el valioso botín.
Existen numerosos casos de “déjà vu”, que resultan impresionantes y que han podido ser documentados, aunque no son suficientes como para servir como prueba.
Otras explicaciones para estos fenómenos consideran que pueden ser hechos ocurridos que han sido totalmente olvidados; ya que el cerebro registra muchas experiencias periféricas de las que no somos conscientes pero que luego, frente a determinados estímulos, pueden recordarse.
Otros sucesos pueden explicarse como vivencias parecidas del pasado que se actualizan al identificarse emocionalmente con una nueva experiencia.
Otra explicación posible es que el cerebro tenga dos visiones casi simultáneas de una situación, separadas sólo por un parpadeo, que luego son reconocidas como dos experiencias vividas con un intervalo mucho más largo de tiempo.
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