Las mascaras internas
Un disfraz es un "artificio para desfigurar una cosa con el fin de que no sea conocida". Se usan vestiduras que distinguen de ordinario a personas de condición social o sexo diferente a los de la persona que se disfraza. Se pueden adoptar para diferentes finalidades, entre ellas, ocultar la verdadera identidad o permitir realizar ciertas aventureras.
El disfraz tiene su origen en la mitología grecorromana. Consistía en colocarse unas máscaras de sátiro para que las ninfas accedieran a mantener relaciones sexuales. Existía la llamada caravana, barcos en los que llegaban los sátiros a fecundar a las ninfas o vírgenes una vez al año. Los sátiros poseían una mitad humana, la parte superior, y otra mitad, la parte inferior, con la forma de los machos cabríos. Era una fiesta orgiástica y de fecundación. A medida que se unen las tradiciones paganas y lo religioso, van perdiendo la idea original que la fundamentaba, derivando en el actual Carnaval.
A lo largo de toda la historia, el ser humano ha utilizado el disfraz para simplemente divertirse, por una parte, pero también para celebrar bacanales paganas, tomarse libertades en todos los sentidos, liberar impulsos y los deseos más reprimidos, y hasta para cometer crímenes. Quizá sea esta la razón que convierte al disfraz en una auténtica desdramatización de los deseos más recónditos de la personalidad.
El verdadero éxito del disfraz reside en quien lo lleva no sea reconocido como la persona que es, sino como la deseada.
Los disfraces permiten modificar nuestra realidad para realizar un sueño. El pobre se puede convertir en príncipe, el bueno en demonio, el blanco en negro y viceversa, y el hombre en mujer o al revés. Las personas encarnan aunque tan sólo sea por unas horas, la vida de aquellos personajes que siempre les hubiera gustado ser.
Cualquier disfraz o máscara, refleja algo que nosotros mismos no nos atrevemos a revelar cuando nos vestimos en el día a día. El individuo se libera de su identidad establecida, sale a la calle como "otra persona" para dar riendas sueltas a la libre manifestación de su cuerpo y del espíritu.
Nuestra personalidad es muy compleja. La misma palabra "persona", deriva del griego que significa "máscara" y una máscara no es lo que uno es, sino una representación, verdadera o falsa, que se exhibe. Se utilizan en todas partes del mundo porque cada ser tiene diferentes facetas: Lo que somos, lo que queremos ser, lo que aparentamos, lo que los demás ven o quieren ver en nosotros. Estas distintas "caras" de nosotros mismos, la mayoría escondidas, son las que nos hacen desear ser otro de manera subjetiva y constituyen proyecciones arquetípicas inconscientes.
El disfraz permite sacar temporalmente la máscara que siempre llevamos. La sociedad impone ciertos roles que a veces enmascaran nuestro verdadero ser. Esto quiere decir que una parte de nosotros mismos esta "enmascarada" y cuando nos disfrazamos, nos permitimos ser como en realidad quisiéramos y después nos volvemos a colocar la máscara de nuestra "personalidad socializada".
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