Mecanismos de Defensa
Con la palabra mecanismo Freud se refiere a fenómenos observables y posibles de analizar científicamente que tienen distintas formas de manifestarse y pueden variar según la etapa genética y el tipo y el nivel de la elaboración del conflicto. Estos mecanismos los utiliza el yo para defenderse de las pulsiones que le permiten sustituírlas pero que no resuelven el problema.
Las neurosis expresan los procedimientos del yo para liberarse del conflicto.
Freud hace una diferencia entre las operaciones del yo en el caso de la histeria de conversión, en las obsesiones y en las proyecciones paranoicas; porque el mecanismo de defensa designa el proceso defensivo de una neurosis específica y también indica el tipo de destino pulsional; que puede ser la represión, que se vuelve en contra del individuo o la transformación en lo opuesto.
Antes de que el yo y el ello se separen y previamente a la formación del Superyo, el aparato psíquico utiliza mecanismos de defensa diferentes a los que emplea una vez que se ha organizado.
Anna Freud, continuando la tarea de su padre, se dedicó a mostrar la gran cantidad, variedad y complejidad de los mecanismos de defensa, y describe las distintas formas que puede adoptar el yo para defenderse de las pulsiones, como por ejemplo, la fantasía o la actividad intelectual, y de qué manera pueden afectarlo las exigencias pulsionales y todo lo que le pueda provocar angustia, como las emociones, las experiencias, las exigencias del Superyo, etc.
Sin pretender hacer algo muy sistemático, Anna Freud distingue como mecanismos de defensa, a la represión, la regresión, la formación reactiva, la anulación retroactiva, el aislamiento, la introyección, la proyección, la transformación en lo contrario, la vuelta en contra del sujeto y la sublimación.
Reconoce además otros procedimientos defensivos del yo como la identificación con el agresor, la negación por el fantasma y la idealización.
En tanto que Melanie Klein considera a las defensas muy primarias, a la identificación proyectiva, la escisión del objeto, el control omnipotente del objeto, la negación de la realidad psíquica, etc.
Para Freud, la represión es un caso particular de defensa porque se caracteriza especialmente por una contra catexis permanente que resulta eficaz pero también es muy peligrosa, además de ser en parte inconsciente.
Hay que tener en cuenta que si las exigencias del yo y del medio no intervinieran las pulsiones tendrían sólo el camino de la satisfación, sin ninguna prohibición.
Con respecto a la represión, el sujeto intenta rechazar o hacer inconsciente los recuerdos, pensamientos e imágenes que están ligados a una emoción placentera pero que podría resultar displacentera en virtud de otras exigencias.
La represión es característica de la histeria pero también se manifiesta en otras patologías y en las personas normales, pudiéndose considerar un proceso psíquico universal.
La teoría de la represión es la base primordial del psicoanálisis, que intenta señalar como se diferencia de los otros mecanismos de defensa; ya que lo reprimido, que parcialmente es inconsciente, está fuera del poder del sujeto y se rige por sus propias leyes.
Esta particularidad es lo que la define como una defensa patológica en oposición a la defensa normal como por ejemplo: la evitación.
Freud distingue una represión primaria porque es necesario que exista en el inconsciente un contenido que atraiga a las representaciones posteriores, pero en cuanto a su naturaleza no es muy preciso, aunque cree que se trata de experiencias arcaicas muy intensas.
Fuente: “Diccionario de Psicoanálisis”, de Jean Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis, Editorial Labor, España, 1968.
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