Estrés Infantil
Las noticias que recibimos en forma cotidiana, resultan cada día más inquietantes. Recientemente, en un club de Junín, localidad de la provincia de Buenos Aires, de Argentina, un grupo juvenil, instigados por sus padres, atacó con palos, maderas y cadenas al coordinador de un equipo oponente, resultando la víctima hospitalizada por las graves lesiones recibidas.
El deporte debería ser una actividad saludable, porque aleja a los niños y jóvenes del ocio y los vicios, ayuda a desarrollar sus cuerpos, tiene un objetivo social que favorece la camaradería y el compañerismo y enseña a trabajar en equipo para competir sanamente y demostrar su habilidad en la cancha de juego.
Sin embargo, las posibilidades de destacarse en un deporte y ganar fabulosas sumas de dinero en el futuro, convierte a una actividad deportiva en un circo romano, donde la violencia y la falta de respeto por el oponente son los principales protagonistas.
Para muchos chicos de origen humilde, que tienen la habilidad de desempeñarse con eficacia, el deporte puede significar para él y su familia la salida de una situación de pobreza y estancamiento y la esperanza de un futuro mejor.
Pero cuando las ambiciones personales se desbordan, se pierde el sentido de los valores y se comienzan a utilizar recursos desesperados para lograr los objetivos.
Los niños no están capacitados para proyectarse en el futuro y no alcanzan a comprender esa situación de presión que les produce estrés y que hasta llega a afectar su rendimiento.
Cuando un niño no puede responder adecuadamente a un estímulo que no entiende y que le produce frustración, sufre estrés y se descarga resolviéndolo con conductas inapropiadas y violentas.
La instigación de los padres a la violencia, es un incentivo que libera a los hijos de la culpa y que justifica sus acciones, provocando que integren esos valores como correctos y propiciando conductas anárquicas y de rechazo al cumplimiento de las reglas.
De este modo el niño aprende a liberarse de la angustia y la ansiedad en forma violenta.
En Estados Unidos, un destacado maestro, llamado Mr. Clark, dedicado a enseñar a niños y adolescentes de escuelas situadas en vecindarios de riesgo, la mayoría huérfanos, golpeados, maltratados, con carencias afectivas y ningún estímulo para estudiar; escribió un libro sobre su experiencia, que llegó a difundirse en muchos países.
En este libro, que contiene 55 reglas esenciales de comportamiento, destaca la necesidad de recuperar en las escuelas el sentido de los límites y de fomentar la autoestima y el respeto mutuo, como la mejor forma de lograr que estos niños puedan cumplir con las exigencias académicas, aprender y encontrar la motivación necesaria para el desarrollo de su potencial.
Dice Mr. Clark, que desde el primer día al frente de la clase todo maestro debe poner las reglas; y éstas deberán ser respetadas por todos.
Con humor, creatividad y mucha paciencia, se deberán emplear recursos inteligentes para captar el interés de los alumnos más difíciles, que intentarán incansablemente de desalentarlos.
Esta experiencia sirvió de argumento para una película para la televisión que considero muy aleccionadora e instructiva para los docentes.
Los niños y los jóvenes son violentos porque también sus padres lo son y solamente el que es castigado duramente a diario aprende a hacer lo mismo.
Muchos padres también fomentan el resentimiento y la venganza y no perdonan, creando una cadena de generaciones desconformes y violentas.
No hay que olvidar los graves agravios, pero hay que perdonar y tener compasión, porque todo ser humano tiene su parte sombría y puede ser un criminal si se dan las circunstancias.
Jesús, el hombre más humilde y revolucionario que existió, nos decía: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”
El odio y el rencor son pasiones autodestructivas que exigen un gran gasto de energía en detrimento del desarrollo personal y del crecimiento de una nación.
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