La Serendipidad


El Licenciado Enrique Mariscal, profesor de Filosofía y Licenciado en Psicología y en Ciencias de la Educación, especialista en Planificación de Recursos Humanos (UNESCO), consultor de la OMS (Organización Mundial de la Salud) y escritor de varios libros; utiliza el término Serendipidad (en inglés Serendipity), para referirse a la sabiduría que encierra lo inesperado en la vida y a la importancia que tiene la apertura de la mente.

El término serendipia proviene de un antiguo nombre de Sri Lanka (Serendib o serendipo) que significa capricho de la buena fortuna, concepto que fue acuñado por el escritor Horace Walpole, inspirado por el famoso cuento “Simbad el marino”.

Lo cierto es que abrir la mente a lo inesperado les permitió a muchas personas célebres, como inventores, músicos, descubridores, científicos, físicos, astrofísicos, etc., aprovechar los acontecimientos que les ocurrieron por accidente para hacer hallazgos asombrosos.

Si prestamos atención a los fenómenos que ocurren aquí y ahora podremos darnos cuenta que no siempre somos la única causa de los acontecimientos que ocurren a nuestro alrededor, porque existe además otra fuerza que complementa nuestra inteligencia y nuestros anhelos.

Si aprendemos a ver los hechos de la vida podremos percibir que existen esas fuerzas desconocidas que parecen querer favorecernos para que se cumpla nuestro destino; que a veces actúan cuando nos encontramos al borde del abismo.

Esto les ha pasado a conocidos personajes de la historia que trascendieron por sus descubrimientos, mostrando que conocer el propósito de la vida es importante pero no suficiente, porque además se necesita, como pensaban los antiguos iniciados, de la intervención del hado, esa energía orientada al mismo propósito que se activa y se presenta en forma accidental.

El hado es la oportunidad, el eje donde se concentran nuestros esfuerzos, lo impensado, lo no planeado.

No siempre se logran ver las oportunidades que nos ofrece la vida en forma inesperada, porque implica muchas veces tener que cambiar de rumbo, dejar lo conocido y arriesgarse a penetrar en el terreno de lo desconocido.

Sólo los que están atentos al presente inmediato son capaces de saber apreciar y de aceptar este desafío; porque este fenómeno exige atención, y no podemos estar atentos si vivimos apurados y preocupados por nuestro futuro.

La mayoría prefiere renunciar a lo nuevo, rechazar la serendipidad, o sea la posibilidad que el destino espontáneamente los favorezca, pequeños y grandes milagros que suceden a cada rato.

El hombre actual no tiene tiempo para la contemplación y vive esforzándose, conformándose con lo poco que puede hacer solo sin el apoyo que le puede brindar la vida.

Las personas inteligentes suelen creer que todo lo obtendrán con su esfuerzo y se pierden lo mucho que puede estar a su alcance.

Para aprovechar esta energía que nos brinda la existencia se necesita tener capacidad de asombro, ser receptivo, valiente, abierto, flexible y ser capaz de no renunciar a los más altos anhelos.

La conducta automática ha dado lugar a un hombre robotizado que no vive sino que, como cualquier otra máquina, sólo funciona.

La falta de la capacidad de asombro se ha perdido y se vive una vida planificada de antemano que no admite transformación alguna y aleja al hombre cada vez más de la realización propia.

Captar las señales que nos brinda la vida amplía nuestro horizonte cerrado por la rutina, el apego, la desconfianza, la ilusión de la seguridad y el temor a lo desconocido.

La apertura abre el camino a la creatividad, al ingenio, al cambio y a lo sagrado que está más allá de las cosas.

Fuente: “El poder de lo simple”, Lic. Enrique Mariscal.

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