El Miedo al Contagio
Todos sabemos que en caso de catástrofes, crisis, guerras, cataclismos, inundaciones o epidemias, una buena parte de la humanidad se aferra al instinto de supervivencia mostrando el lado oscuro que tienen los seres humanos, que es cuando el ¡Sálvese quien pueda! comienza a ser su premisa básica.
El miedo irracional se apodera de estas almas desesperadas, que no reparan en defenderse a codazos, restándole oportunidades a los más débiles para sobrevivir ellos, caiga quien caiga.
Estas personas no pueden ver un poco más allá de lo inmediato, ya que en los momentos más difíciles de algunas catástrofes, los más afortunados suelen ser los que mueren primero, porque los sobrevivientes pueden sufrir mucho más para probablemente terminar de la misma forma.
Comprar diez frascos de alcohol en gel, cien pares de guantes y cincuenta barbijos, no es la fórmula que garantiza la salvación, porque el virus está en todas partes y cuando se trata de una pandemia aparece espontáneamente en todos lados, atacando principalmente a aquellos que tienen las defensas bajas.
Lavarse las manos con agua y jabón cumple la misma función y es más barato, los guantes seguramente quedarán guardados en algún cajón y nadie se los pondrá y los barbijos ya han demostrado ser contraproducentes en caso de personas sanas, porque el calor de su propia respiración se convierte en un favorable para el caldo de cultivo de todo tipo de bacterias y virus.
Sentimos vergüenza ajena por todos los acaparadores que surgen en cualquier circunstancia de escasez, porque dejan sin elementos a los demás o a aquellos que realmente los puedan necesitar por más justos motivos; y porque además producen desabastecimiento y contribuyen a que aumenten los precios y hagan su agosto los fabricantes de estos productos.
Así como el miedo es además de una emoción dañina una sustancia que los animales pueden oler y los seres humanos percibir; se puede inferir que también los virus, como organismos vivos pueden ser atraídos por el temor de sus más aterrorizadas víctimas y provocarles la enfermedad que tanto temen.
El miedo es una emoción negativa que fluye a través de los poros y las circunstancias difíciles son las oportunidades en que se despierta el monstruo que todos tenemos dentro.
Sin embargo, afortunadamente no todos reaccionan del mismo modo, ya que nacemos iguales, pero también con la capacidad de transformamos en ángeles o demonios.
Los trabajadores de la salud, como los médicos, las enfermeras y todos los que desempeñan tareas en hospitales y servicios de emergencia, tienen que trabajar más que nunca y enfrentar las situaciones de riesgo con coraje; y aunque su mismo trabajo los hace más inmune, muchos pueden contraer la enfermedad. Sin embargo, no he sabido de ninguno que haya eludido el compromiso para esconderse en un bunker hasta que pase el peligro.
El síndrome de inmunodeficiencia adquirida (Sida), sirvió para que muchos mostraran la hilacha. Aunque todos conocen que la fuente de contagio es principalmente la sangre, más de uno prefiere no darle la mano a un portador del virus que está sano, por si acaso.
En estos días, una familia que tiene un miembro con gripe se convierte automáticamente en poco menos que un leproso, aunque la lepra es una enfermedad que todos sabemos difícilmente se contagia.
Ese temor irracional a la gripe ignora que existe gran cantidad de gente que circula por la calle y utiliza vehículos públicos que tienen por ejemplo tuberculosis y probablemente otras enfermedades mucho más contagiosas.
Es que la información mediática es la que hábilmente se ocupa de alimentar estas actitudes fóbicas de los incautos que se dejan influenciar, tratando de prevenirlos con pseudos conocimientos sin ningún objetivo altruista sino para mantener una mayor atención de la gente y lograr un incremento de los alicaídos raitings.
Ya sabemos que hasta en los peores momentos siempre hay alguien que está haciendo un buen negocio.
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