La Guerra de los Sexos


Los sexos son fuerzas antagónicas que se atraen y que se repelen en una constante lucha por el poder.

Las películas antiguas nos muestran fielmente el rol que ocupaba la mujer en la sociedad hasta no hace mucho tiempo. Una mujer que no se casaba era considerada poco menos que una discapacitada, tenía pocas posibilidades de educarse como para independizarse y su destino dependía de los padres; y si éstos fallecían y si ella no trabajaba, podía percibir una pensión, como si fuera menor o incapaz.

Si una mujer contraía matrimonio, pasaba a depender del marido a cambio del cuidado de la casa y de los hijos.

Estas películas nos permiten comprender más la confusión de roles actual, después de los grandes cambios producidos por las dos guerras mundiales y la revolución industrial.

La mujer se dio cuenta de que tenía otras opciones, además de su familia y su casa, que podía participar también en la sociedad, ganar dinero e independizarse.

La dependencia económica le ha costado a la mujer sacrificar su dignidad como persona durante mucho tiempo, sin embargo, ahora que tiene la posibilidad de recuperarla aún se le hace difícil ser feliz con un hombre.

La mujer fue abusada desde siempre, simplemente por ser el sexo débil y por tener una estructura más pequeña.

En otras épocas se llegó a creer que la mujer tenía menos inteligencia que el hombre; y ese concepto llevó a los científicos a estudiar los cerebros femeninos para corroborarlo.

Descubrieron que no existen diferencias intelectuales entre una mujer y un hombre, pero si que ambos tienen una distinta manera de ver el mundo y diferente modo de vivir las experiencias, modelo ideal de la naturaleza para llegar a complementarse.

A pesar de los cambios sociales y del nuevo lugar que ocupa la mujer en la sociedad, casi a la par del hombre, subliminalmente aún persisten, por un lado la necesidad de la mujer de que la proteja un hombre y en el hombre el deseo de poseerla y dominarla.

La televisión muestra escenas de violencia, donde la mujer es exhibida como un objeto sexual y sometida a toda clase de maltrato.

El humor televisivo está basado en actitudes bizarras que no condicen con el nuevo rol que la mujer ha conseguido y que la mantienen sometida a hombres, que son los que crean y financian estos espectáculos.

Si antes la mujer retribuía con su trabajo hogareño el sostén económico que le brindaba su marido, ahora continúa dependiendo de los que tienen dinero y sigue siendo explotada de otra manera, por sus atributos físicos, con la esperanza de alcanzar el éxito.

Son pocas las mujeres que acceden a la fama, pero cuando lo hacen es común que se queden solas, porque es difícil para un hombre seguir al lado de una mujer que gana mucho dinero o que tiene fama.

Es evidente que en el fondo el hombre no es capaz de aceptar el nuevo rol de la mujer, cuando ella es capaz de blanquear su verdadero protagonismo en el hogar, de ganar dinero, de exigir que se respete su voluntad y su libertad de pensamiento.

Sin embargo, muchas mujeres aceptan y hasta aplauden escenas de violencia y de falta de respeto de los hombres hacia las mujeres, que como carne de cañón sirven para llenar los escenarios y atraer al público.

La mujer es manoseada y degradada por los zares del espectáculo, que se animan a hacer cualquier cosa en pantalla para mantener el rating. Incluso ellas mismas, festejan estos programas y desean participar.

Seguramente no se atreven a mostrar disgusto para no parecer alguien que no merece ser incluida en su grupo. Entonces se multiplican los patrones estereotipados que continúan degradando a la mujer porque hacen reír, siguen abusando de ellas, faltándoles el respeto y discriminando a la mayoría veladamente.

El sexo débil que lucha para cambiar las cosas, a la vez no puede liberarse de la dependencia.

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