Adictos al Trabajo
El adicto al trabajo tiene una estructura de personalidad obsesiva, totalmente sometida a las obligaciones, que le impide ser él mismo.
Expresan con su forma de actuar, el deseo profundo de martirizarse para defenderse contra los impulsos instintivos, sexuales o agresivos.
Desde el punto de vista psicoanalítico, la personalidad obsesiva evidencia una regresión a la etapa sádico anal del desarrollo psicosexual.
Las obsesiones son simbólicas y representan complejos arcaicos relacionados con las primeras relaciones afectivas de la primera infancia.
Este trastorno se caracteriza por el carácter forzado de las conductas, que obligan al sujeto a cumplirlas; y lo llevan a una lucha interminable, plenamente consciente, que él mismo considera irrisoria.
En el caso del adicto al trabajo, esta obsesión representa su preocupación exclusiva en desmedro del resto de sus intereses.
El yo, sin embargo, se defiende de esta conducta con otras estrategias y trucos, como la obsesión por el orden, la limpieza y el cuidado por los detalles; pero los pensamientos obsesivos invaden al sujeto en forma compulsiva y se le imponen a pesar de él mismo.
Puede experimentar una tendencia a cometer los actos que más teme, o no desea, como cometer errores irreparables, provocar que lo despidan del trabajo, llevar a la quiebra su propio negocio, perder clientes, etc., y realizar conductas repetitivas simbólicas.
De esta manera, el obsesivo se construye barreras con sus propias defensas.
En estado de tensión o fatiga, los pensamientos no deseados, repetitivos molestos y repudiados, son comunes en muchas personas, de modo que se puede tener una idea de lo que significa el pensamiento compulsivo, por su intensidad, sus exigencias y su permanencia, que hacen que esta diferencia de grado de la alteración, no sea un fenómeno aislado sino un desequilibrio instintivo afectivo de la psique que empobrece notablemente la calidad de vida.
El pensamiento obsesivo del adicto al trabajo, es inquisitivo, tiene manías de perfección y simetría, presagios, necesidad de control y de ir más allá de las cosas, de verificar todo y de asegurarse de que no exista ninguna equivocación ni deficiencia en su tarea.
Sufre todas estas cuestiones y pierde mucho tiempo en cosas redundantes, chequeos innecesarios, pruebas, verificaciones, revisiones, controles, tareas que le demandan un tiempo adicional que excede el horario normal de trabajo, por su necesidad de estar seguro de todo, de despejar cualquier duda y por el temor de una equivocación impensada.
El obsesivo rechaza lo que le atrae pero se entrega a lo que teme. Toda esta infinidad de estratagemas, teorías, ambigüedades y manipulaciones, hace que aumenten sus dificultades para tomar decisiones y para actuar, debido a la lucha paralizante que provocan las compulsiones que surgen como expresión de la necesidad contenida de accionar.
El adicto al trabajo teme lo que no se debe hacer pero siente profundamente la necesidad y el deseo de hacerlo.
Sin embargo, casi nunca logra hacer lo que tanto teme, pero sí puede tener una descarga impulsiva, como por ejemplo estallar con una catarata de insultos o amenazas desopilantes, contraria a su sumisión habitual.
El trabajo para un adicto es un ritual y las distracciones son también obligaciones rígidas y estructuradas, generalmente con pautas o reglas fijas que lo hacen sentir gratamente esclavo de su implacable mecanismo interno.
En el plano emocional tiene sentimientos depresivos, la adaptación social es difícil, las decisiones imposibles y la expresión de los afectos rara.
El obsesivo es dueño absoluto de su propia esclavitud y dedica su vida a las fuerzas de sus pulsiones sadomasoquistas.
El carácter obsesivo tiene, con respecto a la neurosis obsesiva, una diferencia importante de grado y también distinto pronóstico.
El psicoanálisis se recomienda como la terapia más adecuada para la neurosis obsesiva, además de los psicofármacos adecuados.
En cuanto a las formas simples relacionadas con las tendencias obsesivas del carácter, puede resultar operativa una terapia cognitiva.
Fuente: “Tratado de Psiquiatría”, Henry Ey.
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