La Rutina


Todos nos quejamos de la rutina y buscamos la forma de evadirla porque nos da la sensación de no estar vivos.

En parte es verdad porque según la definición del diccionario, una rutina es una costumbre arraigada o un hábito adquirido por mera práctica que permite hacer las cosas sin razonarlas. Significa que una rutina es un automatismo que podemos hacer mientras estamos pensando en otra cosa.

Por lo tanto, la rutina de alguna manera nos impide ser conscientes del momento presente.

¿Pero qué pasa si intentamos cambiar la rutina? Resulta fatigoso porque tenemos que prestar atención a todo lo que estamos haciendo. En consecuencia algunos automatismos son necesarios para no volvernos locos.

La posibilidad de valernos de los automatismos hace que muchos extiendan esta actividad a todos los ámbitos de su existencia, porque es más cómodo, y eso si que es peligroso, porque quiere decir que como seres humanos ya hace rato que están muertos.

¿Por qué los seres humanos usamos esta forma de hacer las cosas? Seguramente por una cuestión de economía de tiempo, porque resulta más rápido que estar pensando en cada uno de nuestros movimientos y en cada una de nuestras palabras ante una situación.

¿Pero es realmente tan desagradable y aburrida la rutina como pensamos?

Si observamos cómo se conduce nuestro cuerpo en forma natural sin utilizar nuestra mente podremos comprobar que desde que nacemos puede realizar todas sus funciones de la misma manera y de la mejor forma, como una máquina.

Sólo modifica alguna de sus funciones cuando nuestra mente se aburre de la dieta saludable y entonces pagamos las consecuencias debido a trastornos funcionales.

Nuestro cuerpo es rutinario, es más, adora la rutina de los hábitos que le permiten funcionar bien.

Los niños aman la rutina, principalmente los más pequeños que aún no han creado condicionamientos mundanos. Sufren cuando no se respetan sus horarios y también cuando no están en su propia casa o con extraños.

Los adultos también sufren con los cambios que tanto desean. Cada vez que salen de vacaciones sufren desarreglos intestinales que la mayoría atribuye al agua, al aire, las comidas afuera o al sol, pero lo que sucede es que el cuerpo siente que se ha cambiado una rutina a la cual estaba acostumbrado para realizar sus funciones normalmente.

En mi experiencia con pacientes, he comprobado que lo que más extrañan las personas que quedan viudas, siendo ya mayores, son las rutinas. Ninguna de ellas se acuerda de los viajes que hicieron ni de todas las salidas y diversiones que compartieron; sino de la hora del desayuno, la del almuerzo o la cena en casa; y entrar a sus casas donde vivieron tantos años sabiendo que esa persona desaparecida no va a volver suele ser la experiencia más devastadora.

Esta reflexión sobre la rutina nos enseña que no es necesario pretender desterrarla totalmente de nuestras vidas, sino que como todo, requiere que seamos selectivos y utilicemos los automatismos para lo estrictamente necesario tratando de prestar atención, para no vivir todas nuestras experiencias funcionando con el piloto automático.

Cuando la rutina agobia, es la señal de la conciencia que indica, que hay que empezar a ser más creativo también con lo cotidiano.

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