La Cultura Adolescente


En todas las épocas existieron personas cuya inmadurez no condice con su edad cronológica.

No es una condición privativa de los tiempos modernos sino que es uno de los modos de ver el mundo que puede tener el hombre de cualquier época, que le permite adaptarse según su conveniencia.

Si quisiéramos clasificar a las personas por su forma de pensar no sería posible porque las maneras de ver la realidad son individuales. Cada uno de nosotros tiene una identidad, y también una cosmovisión.

Sin embargo, a grandes rasgos se podría dividir a la humanidad en dos grandes grupos, las personas que creen en la existencia de valores absolutos y los que creen solamente en los valores relativos, que son los que dependen de las circunstancias.

Este grave problema de la pérdida de valores absolutos ha llevado al hombre a perder el sentido de la vida y a no saber quién es. Existe por lo tanto un concepto devaluado de la vida que ha dejado de ser considerada sagrada para convertirse en algo intrascendente.

Se juega con la vida, deportes suicidas, necesidad de experiencias límites para sentirse vivos, drogas, violencia, sexo sin amor, aislamiento y soledad.

Es una actitud adolescente de rebeldía a lo establecido pero a favor de ningún propósito.

Las grandes ciudades son el ambiente ideal para el desarrollo del materialismo sin alma, el endiosamiento del dinero, la competencia, el placer, y la corrupción, con tal de poder acceder a un status y pretender ser uno de los elegidos, favorecidos por el anonimato.

Como en la adolescencia, cuando no hay una identidad firme se hace necesaria la imitación, por lo tanto nadie vive una vida auténtica sino que se amolda a patrones ya establecidos por esos sectores para ser aceptados.

Pero especialmente en esta época que nos toca vivir parece generalizarse peligrosamente esta tendencia.

Existen razones históricas que desencadenan estos comportamientos. Después de la segunda guerra mundial se comienza a desconfiar de las recetas que llevó al mundo a la destrucción y a la muerte y un movimiento ávido de libertad absoluta sin responsabilidad ni compromiso comienza a surgir, deseando cambiarlo todo.

Esta pérdida de valores lleva al mundo a establecer un eje que a partir de esa época comenzará a moverlo todo. El dinero.

El poder del dinero hace que el hombre como ser humano pierda su verdadera identidad de ser social para convertirse en un individuo que busca el ser en el tener e intenta lograrlo manipulando y corrompiéndose.

El relativismo total se ha declarado y todo es igual. Los jóvenes no piensan, actúan y se equivocan y así siguen haciéndolo siendo grandes.

Apenas se justifican diciendo que son humanos, que pueden equivocarse, piden perdón y como hacen los adolescentes, vuelven a hacer otra vez lo mismo.

Los valores esenciales no se aprenden, ya venimos con los valores incorporados, sólo hay que recordarlos, pero estos adolescentes eternos no lo intentan.

Existen otros valores que sí son relativos y que tienen que cambiar según la circunstancia, esto hace posible que nos podamos adaptar en cada etapa de la vida, pero los valores básicos para no matarnos entre nosotros tendrán que existir siempre.

Afortunadamente la mayoría de la gente en el mundo tiene sentido común y sensatez y se siguen orientando con los valores que muchos pretenden dejar de lado; sólo que ellos no se promocionan a través de los medios como el resto.

El hombre adolescente quiere una vida automática, electrónica, sin tropiezos, con libreto hecho de antemano para estar tranquilo y que no lo molesten.

Son muy convencionales entre ellos, se oponen a lo establecido pero necesitan ser reconocidos por los demás, porque en el fondo no están seguros de su propia visión del mundo.

El hombre adolescente no es feliz porque es indiferente, no se compromete con la vida, sus marcos de referencia son inestables y su tolerancia absoluta gracias a un blando código ético que le permite cambiar de valores sobre la marcha según sus propias necesidades.

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