La Corrupción


Corromper consiste en alterar la forma de una cosa, echar a perder, pudrir. En sentido figurativo significa pervertir, viciar, depravar. También quiere decir sobornar, errar, tergiversar o abusar.

En sentido político sería cometer malversación de fondos públicos, aceptar coimas, sobornos, o realizar maniobras digitadas para llegar o mantener el poder ú obtener beneficios espurios, como los negociados, la manipulación de la información, el enriquecimiento ilícito y cualquier otra forma pervertida de transgredir la ley aprovechando una jerarquía pública.

El que ya ha vivido tiempo suficiente puede evaluar por si mismo que en todo gobierno han existido como ahora, inescrupulosos que acceden al poder únicamente con un propósito inconfesable.

Un político con intenciones de abusar del poder, es como una célula cancerosa que se extiende hacia todo su entorno llegando a corromper todo un organismo, estructura o institución.

Este hecho es posible porque son muchos los que no teniendo sus convicciones lo suficientemente firmes como para resistirse a las prebendas, caen en el delito fácilmente adhiriéndose sin resistencia a la tentación irresistible de recibir dinero haciéndose cómplice de los fraudes; mientras otros, los menos, temen, con razón, quedarse sin trabajo si no participan.

La conducta del funcionario corrupto tiene características mafiosas, es decir que tiende a formar verdaderas organizaciones delictivas con mecanismos defensivos que trascienden cualquier intento de desintegrarlas.

Este problema enquistado en las cúpulas del poder, en casi todas las sociedades del mundo, es de muy difícil solución, ya que los candidatos honestos son hábilmente desplazados de la escena política por no compartir los mismos propósitos. Se tejen verdaderas historias de ciencia ficción que desprestigian públicamente a estas personas al punto de lograr hacerlos desaparecer en poco tiempo, detrás de un manto de sospechas sin comprobar.

Los medios de comunicación son muchas veces cómplices de estas artimañas para sacar provecho de las ventajas que este compromiso promete. En otros casos, los menos, ayudan a esclarecer hechos ilegales.

Las campañas relacionadas con maniobras políticas difamatorias sea cual fuere el bando que defiendan, son iguales, de manera que no existe detrás de ellas ninguna ideología partidista sino solamente el puro interés económico de lucrar u obtener algún beneficio político con su resultado.

Proponer soluciones para este problema no es tarea fácil pero debemos creer que pueden llegar a existir gobiernos honestos que no necesiten recurrir a la corrupción para su beneficio personal.

El hecho de asegurarse la permanencia en un puesto de poder político no puede ser un fin en si mismo sino que debería ser un medio para realizar una gestión que intente atender las necesidades de todos los sectores.

Sin embargo, para todos los candidatos, lo esencial no es la planificación de una estrategia de gobierno posible que beneficie a la mayoría, sino llegar al poder por todos los medios, para luego, una vez asumido, tomar decisiones coyunturales para solucionar provisoriamente las crisis eventuales que le resten popularidad; ya que nunca cuentan con planes de gobierno que las eviten.

Si esto fuera alguna vez posible, el poder no se perdería porque nadie desplazaría a alguien que capaz de hacer algo por el país en forma honesta, de manera que cualquier maniobra para mantener el poder resultaría innecesaria.

Se necesitan personas capaces de llevar adelante ambiciosos proyectos para el país, que no impliquen compromisos que luego se vean obligados a responder.

Los nuevos dirigentes tienen que ser lo suficientemente honestos como para investigar y eliminar si fuera necesario, cualquier fuente de corrupción que se denuncie y someter a sus responsables al máximo rigor de una justicia independiente.

Revertir este proceso y sanear la administración pública y sus dirigentes tiene que ser posible, para beneficio de todos.

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