El Misterio de la Fe


La religión experimentada libremente y sin estructuras institucionales, cuando alguien por cualquier razón no pertenece a ninguna, puede ser la más alta aventura que se pueda emprender para entender que la meta de la fe es la transformación de la vida.

La experiencia de Dios es inaccesible al lenguaje porque es como el resplandor de un absoluto que no se puede describir.

Dios termina siendo para la mayoría una verdadera realidad objetiva, aunque esta convicción no permanezca estable todo el tiempo porque es normal que todos vivamos muchos períodos carentes de espiritualidad.

Un viaje panorámico sobre las religiones tradicionales del mundo nos puede llegar a convencer de que hay otra realidad que es más genuina que la que vivimos, más poderosa y mucho mejor que este orden aparente que conocemos.

No se puede probar la existencia de Dios como un Ser perfecto, que encarne todas las cualidades positivas que experimentamos en la vida como la inteligencia, la compasión, la creatividad, las clásicas virtudes de la belleza, la verdad y la bondad, y que estén presentes en él como un modelo de virtud

El mundo es ambiguo en lo religioso, no nos dice qué debemos pensar de la vida, habiendo sido arrojados a ella sin nuestro previo consentimiento. Pero observamos que las experiencias nos invaden sin entenderlas, estemos listos o no y va a depender exclusivamente de cada uno de nosotros, como vamos a vivir y enfrentar esas experiencias.

Para algunos las cosas que les pasan carecen de sentido y piensan que se producen por puro azar o mala suerte, otros ven que las experiencias a la larga parecen tener un patrón y a medida que pasa el tiempo van entendiendo su complejidad gradualmente y crecientemente.

Sin embargo, si tuviéramos todas las respuestas y la vida asegurada, nos quitaría la libertad, de modo que la ambigüedad religiosa nos dignifica al forzarnos a tomar una decisión en cuanto a creer o no creer.

La humanidad en su mayoría, a pesar de todo, se inclina a creer en algo más y una prueba de la credibilidad de las religiones tradicionales es el hecho de que todas ellas sostienen lo mismo, al afirmar que todo lo que existe procede de una perfección absoluta.

Vemos que una unidad notable de percepción abstracta se manifiesta permanentemente en la mente humana, en forma espontánea e independiente, y esa visión ha perdurado a través de los siglos.

En términos religiosos es una verdad revelada que parece manifestarse como algo externo, según lo que figura escrito en los libros sagrados de todas las religiones. Dios se anuncia a su pueblo y ese mensaje lo pueden captar las mentes de los hombres sabios de cada época, pero también pudo ser algo interno, que surge periódicamente desde lo más profundo del inconsciente de los grandes profetas de la humanidad.

En cuanto a la imperfección del mundo, todas las religiones afirman que el mundo es imperfecto para permitirle al hombre ejercer su libertad y participar activamente en la creación.

El sufrimiento, que nos parece incomprensible, muchas veces proviene de nuestra falta de visión de la totalidad. Las cosas que vivimos como la peor de las tragedias sin solución, son como las experiencias que enfrenta un bebé, que sabemos son necesarias para su crecimiento. Si experimentamos la vida como sucesos fragmentados puede llegar a ser muy destructiva para nosotros.

La experiencia de la fe es cuando uno siente que todo está en su lugar, que la vida tiene sentido y cuando la sensación de alegría, gozo y gratitud surgen espontáneamente.

En esos momentos de revelación, las dudas son desterradas por irrelevantes. Pero también es cierto que no podemos permanecer siempre en ese estado, no es nuestro destino en la vida, no estamos aquí para vivir en una dicha perpetua.

Las religiones nos ayudan a confiar en que hay un final feliz que florece de las dificultades, que debemos saber enfrentar y superar.

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