Cambios Anímicos


Las épocas de cambio como es esta, la primavera, en el que el tiempo es variable, tan pronto llueve como hace un sol espléndido, influyen sobre el estado de ánimo en gran medida.

Puede decirse que no todo el mundo encaja igual los cambios (de rutina, de tiempo, de trabajo, de amistades...). En ocasiones basta con que no podamos ir a casa a comer un par de días, como es nuestra costumbre, para que sintamos que el cambio nos produce inquietud o algo de ansiedad. Claro que si a eso le añadimos los cambios climáticos, aumento de nuestra actividad diaria, cambios en nuestras responsabilidades, etc, las probabilidades de sentirnos finalmente angustiados aumentan. Sobre todo en el caso de personas que tengan una rutina poco animada, sin demasiadas motivaciones.

La vuelta a la normalidad tras un periodo de actividad agradable, las vacaciones por ejemplo, se hace dura y algo triste. Las personas más vulnerables, que más acusan los cambios en su vida, serán las que con mayor facilidad podrán deprimirse. En algunos casos para evitarlo, lo que uno busca son actividades que devuelvan el bienestar anteriormente experimentado. Esta manera de afrontar los problemas es en principio adecuada, pero cuando se hace de manera exigente e impulsiva, el resultado es un estado de ánimo feliz, expansivo y altamente desinhibido alternado con otro estado depresivo, triste y apático. Digamos que la evitación constante del malestar no es la mejor forma de estar bien, y a la larga puede convertirse en una huida constante de las emociones negativas. Hay que asumir que no se puede estar bien siempre. De no ser así, se producirán alternancias en el estado de ánimo, configurándose una personalidad cíclica o cambiante entorno a dos extremos o polos: el depresivo y el desinhibido.

Cuando los síntomas descritos hasta aquí se vuelven extremos, podemos hablar de un trastorno bipolar o trastorno maníaco-depresivo. Las causas de este trastorno, como ocurre con casi todos, son diversas. Podemos decir que son la suma de factores psíquicos y fisiológicos, con diferente peso de cada uno para cada persona. En el aspecto psicológico, la cantidad de apoyo social que uno tenga para superar los problemas cotidianos, el estrés soportado día a día, los niveles de exigencia con las normas, el tipo de educación recibido, etcétera facilitará la aparición de este trastorno. Con respecto a los factores fisiológicos o médicos, cabe decir que algunas personas reaccionan excesivamente ante acontecimientos determinados, debido a una hiper-reactividad del sistema nervioso. Es decir, que la forma de responder anímicamente ante un hecho, es diferente en cada uno debido a las características particulares de nuestro sistema nervioso. A unos nos afectan más que a otros los cambios. Por otra parte no hay que dejar de lado el aspecto hormonal, especialmente en las mujeres, y su influencia para generar distintos estados de ánimo (síndrome pre-menstrual).

Dentro del grupo de personas variables en su estado de ánimo, las hay que tienen ciclos cortos de apenas horas entre bienestar y malestar, y los hay que a lo largo de un año o incluso más varían una o dos veces alternando con periodos de normalidad anímica.

Cuando los síntomas más relevantes son los relacionados con la tristeza, es más fácil motivar a quien los sufre a buscar un apoyo profesional, digamos que cuando se está bien es mucho más difícil reconocer que el bienestar se deriva de un trastorno psicológico.

El diagnóstico de este problema ayuda a recibir un tratamiento concreto y bastante eficaz para controlar los síntomas, de esta forma si conoce a alguien con los síntomas descritos ayúdele a obtener un apoyo especializado.

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