¿Necesito tener siempre una preocupación? ¿me gusta estar mal?


Es frecuente que me hagan estas preguntas en consulta. Muchas personas que se dan cuenta de que tienden a estar preocupadas, se cuestionan esta posibilidad. ¿Me gusta tener problemas? ¿disfruto estando mal?

Parece poco probable que alguien encuentre algún placer en el malestar, pero si lo que uno desea es sentirse mejor y hace todo lo posible por dar poca importancia a los problemas y aun así no consigue estar bien, una posible explicación racional sería la de que en el fondo estar mal gusta. Es lógico pensar que tiene algún beneficio estar agobiado o preocupado, de hecho en ocasiones es así. Existen beneficios claros derivados de la preocupación: ayuda a adelantarse a hipotéticos peligros o a consecuencias de las cosas poco apetecibles,

ayuda a valorar los pros y los contras de manera exhaustiva, e incluso favorece resolver los problemas a tiempo y conseguir que no se conviertan en un mal mayor.El problema se desata cuando la persona se vuelve demasiado buena detectando y resolviendo. Cada vez aparecen más situaciones potencialmente dañinas siendo literalmente imposible resolverlas todas y alcanzar un estado de calma ideal. Las personas con esta tendencia tienen la “fantasía” de que su bienestar será duradero una vez acabe con las preocupaciones que le acechan. La realidad es que si no se aprende a convivir con cierto malestar y descontrol a la larga es muy complicado llegar a sentirse verdaderamente tranquilo. Así pues, ciertas características de personalidad potenciarán estados de malestar con cierta tendencia a la cronificación si no se realizan cambios para evitarlo.

Desde pequeños nos enseñan a ser constantes, a esforzarnos para resolver las adversidades. De hecho, éstas junto con algunas otras actitudes favorecen claramente el éxito profesional y personal. Pero casi todo cuando se plantea de manera extrema tiene sus efectos secundarios. Las personas tendemos a buscar el orden en las cosas, buscamos patrones que nos hagan predecibles los acontecimientos, los retos. Dependiendo de la necesidad individual de control de cada uno, la búsqueda de ese control, del orden, y por tanto de previsibilidad, será más intensa. De esta manera, nuestra calidad de vida será la peor parada.

Si se ha identificado con estas preguntas del principio y ha dudado en algunos momentos de su vida si realmente siente un perverso placer por estar mal, o por necesitar tener siempre una preocupación que resolver, quizás sea el momento de cuestionarse algo bastante más útil: ¿estoy dispuesto a convivir con más incertidumbres buscando tener menor control sobre las consecuencias de cada acontecimiento de mi entorno? ¿estoy dispuesto a dejar que se caiga el avión en el que viajaré en mis próximas vacaciones?, o ¿estoy dispuesto a dejar que me echen del trabajo si desean hacerlo para afrontar entonces las opciones que tendré?... Son muchas las situaciones que pueden llegar a resolverse de este modo si uno prioriza el bienestar a largo plazo en detrimento de los alivios momentáneos. Cuidado con hacer por resolver miedos incluso cuando no dependen de uno mismo, al final pasan su factura.

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