Cuento: El elefante de madera


Un día como otro cualquiera, un niño haitiano paseaba por su pueblo. Iba admirando las nubes esponjosas y el día soleado, cuando de repente se tropezó con algo que salió rodando calle abajo. El niño corrió a ver qué era aquello que rodaba y rodaba y, al alcanzarlo, se agachó y lo recogió. Era un elefante de madera y sin valor aparente. Se dirigió a la colina más alta y verdosa, desde la que se vislumbraba todo el poblado y colocó el elefante de madera orientado hacia la aldea. Luego se marchó, pues ese elefante no tenía valor como para llevárselo con él.

Al atardecer, el niño descansaba tranquilamente mirando a los demás niños jugar cuando todo comenzó a moverse. Los edificios se tambaleaban hacia los lados, el suelo bajo sus pies vibraba y las casas a su alrededor se derrumbaban con un sonido ensordecedor. Todo aquello con lo que había crecido se desmoronaba y toda una vida se destruía en cuestión de segundos dejando al pequeño poblado, ya pobre, convertido en ruinas.

Días después, el niño buscaba entre los escombros algo que comer cuando, de repente, tocó algo con una silueta familiar. Era el elefante que había puesto en aquella colina verde. El niño, asombrado, volvió a colocarlo en la colina orientado hacia el poblado en ruinas. Se marchó de nuevo y siguió buscando algo que echarse a la boca.

Esa misma noche mientras dormía, ese elefante de poco valor al que había despreciado dos veces, se apareció en sus sueños. Al día siguiente, cuando despertó, estaba en esa colina junto al elefante y cuando alzó la vista, volvía a hacer un día soleado y su aldea se había reconstruido milagrosamente.

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