Rabietas, lloros, quejas y pataletas. ¿Cómo actuar?

Tener emociones y sentimientos, sean cuales sean, es parte de la condición humana. Sentir es vivir. Es evidente que los niños no se inhiben y expresan los sentimientos fácil y naturalmente, de forma sutil o extremadamente intensa y esto afecta a las emociones positivas ("Mami, ¡Cuánto te quiero'') y a las negativas (" Te odio"). Pero los niños deben aprender a manejar y regular sus emociones y encauzar la poderosa energía que llena sus sentimientos. Para ello, dependen de la información y reacciones que aportan sus padres, y comprender las emociones y ayudar a nuestros hijos a expresarlas positivamente, no es tarea fácil. Cada sentimiento tiene un papel y nos permite cuidar de nosotros mismos; forman parte de nuestro instinto de auto-conservación (descargar la energía de una frustración acumulada, deseo de afecto de los demás, conseguir el aplauso y atención, seducir)...

Lo malo es que a veces aparecen sin control en forma de rabietas, lloros, quejas, pataletas, e incluso un niño enfadado puede pegar a alguien (padres incluidos). También aparece oposición a la norma y cambios bruscos de ánimo.

¿Cuál es la explicación a todas estas conductas "deliciosas" que pueden sacar lo peor de nosotros como padres?

Normalmente coinciden en periodos evolutivos en el que los niños están aprendiendo a esperar, no aceptan un NO por respuesta, tratan de lograr su autonomía y reafirmarse frente a padres y hermanos (celos, competitividad...), aparecen los primeros sentimientos de miedo de pérdida o de inferioridad y por ello, pondrán a prueba nuestro vínculo, aceptación y consistencia en la disciplina. En fin, que los niños piensan : "ésta es mi mamá, éste es mi papá y voy a comprobar qué límites están dispuestos a ponerme y cuánto me quieren". Por supuesto, el chantaje emocional brillará con su máximo esplendor con un " Ya no me quieres".

¿Qué hacemos entonces?

Si nos agobiamos, asustamos o cedemos por culpabilidad o por pena, estaremos perdidos y estas conductas en los niños no pararán de repetirse.

La clave será ser fuertes para contener y sostener las emociones y demostrarles que nuestra salud mental, nuestro amor y nuestra disciplina es de hierro y consistente.

Algo tan difícil se soluciona con las siguientes actitudes:

- No consentir lloros, rabietas, gritos y agresiones. Simplemente ignórelas o contenga físicamente al niño según sea la situación mostrando una actitud enérgica y firme.

- Muestre enfado y transitoriamente "castíguele" de algún modo basado en la retirada de la atención (mandarle a su habitación durante un tiempo). Lo importante es que ellos sientan que esa actitud les trae problemas y no merece la pena repetir la función.

- Una vez que haya desaparecido la rabieta y el enfado, hágale saber a su hijo que si está triste o enfadado por alguna razón, no ha buscado un buen modo de resolverlo. Dígale que entiende lo que siente, que haga lo que haga será aceptado y querido, pero que así no se resuelven los problemas.

- Dígale que le gustaría que pidiese disculpas, y por supuesto, discúlpese usted en caso contrario.

- Después de esta "reconciliación", habrá tiempo para besos y abrazos, para escuchar y comprender.

- El sentido del humor es un arma magnífica en la vida y con los hijos para solucionar los problemas y diferenciar lo esencial de lo no importante. Busque ratos de juego para reírse junto a ellos.

Recuerden, que todo conflicto es una oportunidad para crecer y no un callejón sin salida, y que todo niño tiene su proceso y sus propias capacidades para crecer autónomamente.

1 comentario :

emi dijo...

Muchas gracias, buenìsima y ùtil informaciòn.