La decisión de cambiar

Hay gente que aprende un modelo de comportamiento que le resultó cómodo y eficaz y se aferra a él para siempre, aunque le provoque sufrimiento.
Son los que se empeñan en utilizar soluciones viejas para problemas nuevos, los que prefieren renunciar a sus ideales, los que se odian a sí mismos y a la vida, los que viven enojados pero que lo último que harían sería cambiar, porque no quieren arriesgarse y quieren seguir siendo siempre igual.
Sin embargo, todos desean que sus vidas mejoren, pero para que eso suceda tienen que estar dispuestos a cambiar. Cambiar de manera de pensar, de hablar, de relacionarse y de todas las demás formas que tienen de actuar y de responder, que los hace infelices.
Cuanto más se aferren a sus viejas fórmulas y creencias, más esclavos serán de sí mismos y de sus limitaciones.


Es importante saber que lo que menos se desea modificar es lo que más se necesita cambiar.
Hay tres niveles donde se puede cambiar, el nivel físico, el mental y el espiritual.
Se puede empezar por cualquiera de estos tres niveles y luego, el cambio de un nivel producirá un cambio en los otros. Pero lo más importante siempre será estar dispuesto a cambiar.
Si lo que se desea es cambiar el cuerpo lo mejor es cambiar de alimentación orientándose hacia una dieta sana y equilibrada; y escuchar las señales del cuerpo cuando comen.
Para cambiar de forma de pensar hay que tomar conciencia que solamente están contemplando un solo punto de vista de la realidad, que es el propio, sin tener en cuenta otros, de modo que ampliar la perspectiva hará que se multipliquen las posibilidades y oportunidades de la vida.
El cambio espiritual implica conocerse más a sí mismo a través de la meditación o la oración y llegar a intuir lo importante y sagrado que es todo ser humano.
Todo este proceso lleva su tiempo que no se puede pretender acelerar; y si surge alguna reacción es la señal que se necesita para saber que se ha iniciado el cambio.
Existen claves que refuerzan las resistencias al cambio como por ejemplo, cambiar de tema y no prestar atención; aplazar decisiones; suponer cosas que justifican la resistencia, creer en ideas que limitan; poner excusas, echarle la culpa a otro; autocensurarse, postergar las cosas, negar la necesidad del cambio y tener miedo a lo desconocido.
Las resistencias son las que intentan evitar el cambio de manera de ser, de forma de pensar y de ver el mundo, aunque sólo le hayan proporcionado disgustos, malos ratos, sinsabores, frustraciones y fracasos.
Hay que tener en cuenta que detrás de las creencias hay una necesidad que exige satisfacción. Por alguna razón se puede tener la necesidad interna de estar gordos, de fracasar, de estar enojados y malhumorados, de ser pobres o de tener muchos problemas.
Más que fuerza de voluntad, hay que estar dispuestos a renunciar a esa necesidad interior que los obliga a sufrir; y esa es la afirmación que hay que repetir para liberarse de lo viejo: “Estoy dispuesto a cambiar, renuncia a mi necesidad interna de…”, porque cada efecto externo es la expresión natural de un modelo mental interno.

Fuente: “Usted Puede Sanar su Vida”; Louise L.Hay

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