La importancia de sentirnos reconocidas ...La mujer y sus necesidades afectivas


Por años las mujeres nos hemos dedicado a los otros, y en estos tiempos nuestras necesidades pasan por sentirnos validadas, cuidadas y contenidas. Una mujer con sus necesidades afectivas cubiertas anda por la vida armónica y feliz, no así quienes tienen carencias de ellas, ya que en muchos casos desarrollan cuadros depresivos y enfermedades sicosomáticas.




Durante siglos nos han formado con una identidad femenina, donde lo central son los afectos. Nos han educado para ser fundamentalmente madres y esposas, y en base a eso la mujer ha ejercido desde siempre la función de proteger, custodiar, tutelar y nutrir. Estos roles forman parte de nuestra esencia y naturaleza biológica, pero en gran medida han sido adquiridos, enseñados y transmitidos con tal fuerza, que de palabras se convirtieron en modelos inmemoriales, que se repiten de una generación a otra.

A lo largo de la historia, las mujeres lo son en tanto comparten y se hacen cargo de la vida del otro, y esto ha sido a través de los afectos; llenándole sus necesidades, sabiendo lo que les pasa, cuidándolo, queriéndolo, entendiendo las claves, participando en todo lo que le afecta.

Esta es la expectativa que ha habido siempre en torno a nosotras, y somos mejores mujeres en la medida que conocemos mejor el lenguaje de los afectos y lo implementamos; aunque eso signifique caer en la negación y postergación de nosotras mismas. Y es éste precisamente el punto de conflicto de las féminas de hoy, en cuanto a cómo armonizamos el cuidado de los otros y el nuestro.
Es que aunque los tiempos han cambiado, y hoy la mujer sale a trabajar y cumple funciones que hasta hace poco eran privativas de hombres, sus roles clásicos e históricos siguen intactos. O sea que ahora ya no es sólo madre, esposa y dueña de casa, también es trabajadora, profesional, proveedora, etc.

Según la médico siquiatra y sicoterapeuta clínica, Sofía Salamovich, en esta nueva realidad, es la mujer quien hoy necesita sentirse validada en sus necesidades. “Durante siglos ha estado tan preocupada de los requerimientos de otros, que se ha descuidado de sí misma, es una gran desconocedora de lo que realmente necesita. Hoy quiere que hagan con ella lo que ha hecho por los demás. Quiere ser legitimada, cuidada, respetada, contenida, acompañada��?, señala la doctora.


Necesidades según la edad

Las necesidades afectivas de la mujer son diversas, y dependen de la edad, de la etapa que está viviendo y del tipo de relación que tengan. Según la doctora Salamovich, en una mujer de entre 15 y 25 años hay una enorme necesidad de compañía por un proceso de descubrimiento que está haciendo de sí misma. En una edad cercana a los 20, la joven está en una etapa en que los impulsos son muy grandes, surge la sexualidad, el descubrimiento de los otros, del mundo. Es por ello muy importante de parte de los padres ponerle un marco, una contención, que le permita a la adolescente hacer esa exploración, pero con resguardo; un delimitación que permita la libertad pero que a la vez establezca los límites.

Entre los 25 y 35 años la mujer está saliendo al mundo, ya ha estudiado –si es que siguió alguna carrera-, está empezando una vida laboral, y por tanto indicó Salamovich, está en plena etapa de armonización de su desarrollo personal, que involucra su trabajo, una pareja estable y en muchos casos la maternidad. Aquí sus necesidades van a ser de reconocimiento, de compañía, de un cuidado de los seres que la rodean, y de una comprensión de lo complejo que es su rol. “Las mujeres de esa edad tienen que armonizar muchas más variables, porque no han perdido ninguno de los roles anteriores, al contrario, van añadiendo. Y se sigue esperando que seamos buenas madres, esposas y dueñas de casa. Son exigencias vigentes y fundamentales, y continúa siendo nuestro eje. Hoy se espera que la cosa doméstica sea más compartida, pero en la práctica, por lo que he visto en mis pacientes de 30 años, ellas siguen siendo el cerebro pensante, se ven muy exigidas, y eso es bien agobiante porque es ella la última responsable��?, indicó Sofía.

Pasado los cuarenta años las mujeres atraviesan por una especie de crisis, porque a esa edad ya tienen un recorrido y se hacen muchas preguntas. Es una etapa de cuestionamientos, de balances, de sentir que están en la mitad de su vida, ya sus hijos están más grandes, y se preguntan si están conformes con lo que están haciendo, y si desean seguir así la segunda parte de su vida. Además experimentan cambios hormonales porque están entrando a la etapa de la menopausia, por lo que hay muchos cambios de ánimo. Aquí una vez más necesitan sentirse acogida, acompañada, querida, entendida, y respetada.

Los efectos de las carencias

Para Sofía Salamovich, una mujer que no tiene sus necesidades afectivas básicas cubiertas en ocasiones puede derivar en un cuadro depresivo. “Es muy común que se entre en cuestionamientos, surge inseguridad y una sensación de desvalorización; se sienten ellas poco merecedoras. Enfocan en ellas el problema, como si no fueran lo suficientemente queribles, atractivas o importantes, y eso sin duda provoca una baja autoestima��?, manifestó la profesional.

El apoyo afectivo de la pareja es un factor importante para sentirnos bien. Sin embargo señaló la siquiatra que en ese aspecto ha habido un cambio importante. “Las mujeres al volverse más potentes, valiosas y autosuficientes tampoco están dispuestas a aceptar cualquier pareja. Aspiran tener a alguien que de verdad sea un partner, las contengan, entiendan y con quien puedan establecer una relación más recíproca y de igualdad��?, indicó Sofía.

Una mujer afectivamente equilibrada anda por la vida más armónica, plena y feliz, lo que se traduce también en buena salud mental y física. No así quienes tienen carencias, ya que es muy común que desarrollen trastornos hormonales, digestivos –como colon irritable y úlceras-, y daño óseo muscular como artritis, mialgias, fribromialgias, y el cuadro cada vez más común de síndrome de fatiga crónica; todos ellos asociados al estrés y a una falta de armonía sicológica.

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