Las manías, ritos que esclavizan


Si se necesita hacer las cosas de una manera rutinaria, bajo un nivel de ansiedad muy elevado, se está cautivo de una manía patológica

¿A quién no le ha asaltado alguna vez la manía de no pisar las líneas de las baldosas cuando pasea por la calle? Fijarse en las matrículas de los coches, contar filas de butacas, volver una y otra vez a comprobar si los grifos no gotean, si la luz está apagada o la puerta bien cerrada... Todas ellas son pequeñas manías que llevadas a un extremo pueden convertirse en un problema serio para quien los sufre y para su relación con quienes le rodean. De tener una tendencia extravagante se puede pasar a estar sometido a conductas compulsivas, es decir, a sentir una necesidad imperiosa de realizar una acción más allá la propia voluntad.

La existencia de ciertas manías es algo normal. El problema surge cuando comienzan a coartar el tiempo y la estabilidad de la persona y convierten en problemática la convivencia con ella. La comprobación del gas no es negativa, pero hacerlo tres, cuatro veces o más, aun después de ver que no estaba abierto, empieza a ser para la persona un problema cada vez más angustiante. De hecho, estas manías suelen ir acompañadas de otras similares, por lo que la vida cotidiana acaba plagándose de comportamientos ritualizados.

La primera sorprendida y molesta por el ritual de las manías es la persona que las tiene. No se explica por qué le sucede ni de dónde le viene. Siente que no puede vivir sin someterse a esos rituales y se sabe esclava de ellos. ¿Por qué se ha convertido en una maniática? En unos casos deriva de personalidades obsesivas, de motivos inconscientes o hábitos culturales aprendidos, pero la mayor parte de las veces no se llega a saber por qué se padecen. Lo que sí es común es un cierto grado de rigidez en la estructura de la personalidad, una rigidez que puede llegar a atormentar a la persona y dificultar sus relaciones sociales. Si se preguntara al maniático para qué lo hace, cuál es el objeto de sus actos, no sabría contestar. Sin embargo, sí es consciente de que sólo se queda tranquilo si cumple con su rito, pues sólo así calma su ansiedad. Lo que sucede es que también consigue sacar de quicio a los que le rodean, que sufren su ansiedad pero no la calman.
¿Hay personas o momentos de la vida más proclives a las manías?

Parece ser que las manías o los rituales de comportamiento son más frecuentes:
En personas primarias y de escaso nivel cultural - y no es siempre lo mismo tener estudios, fama o nivel económico que tener cultura-, los amuletos, las estampitas, los gestos estereotipados pueden determinar sus actos.
En personas mayores. A medida que una persona se va sintiendo mayor, el temor a la propia inseguridad le impulsa a aferrarse a hábitos rígidos, que convierten en inflexibles: la hora de comer, la de leer, la de pasear, la de...
Las personas acostumbradas a vivir solas se han ido elaborando su propio espacio vital plagado de costumbres, usos y hábitos. Mientras no se vayan a poner en común por medio de la convivencia circunstancial o continua con otra u otras personas, no hay problema. Pero para convivir es necesaria la flexibilidad y algo de renuncia de las propias costumbres.
Personas muy ordenadas, perfeccionistas y proclives al escrúpulo en el trabajo pueden convertir un buen hábito en comportamientos inflexibles, es decir, en manías.
Las personas extravagantes suelen tener sus rarezas, pero no tienen por qué ser manías, y menos patológicas.
¿Hay manías o rarezas más frecuentes que otras?

Casi podría decirse que existen tantas como tipos de personas. Pero si hubiera que hacer algún tipo de clasificación, se harían presentes la imposición exagerada de orden, la limpieza, los escrúpulos, la necesidad de seguridad y el perfeccionismo.
Manías relacionadas con el orden
Necesidad de que todas las cosas de la casa estén en su sitio. El orden en el hogar es positivo, pero cuando se comprueba y se exige que cada objeto ocupe su espacio y si no sucede así se sufre ansiedad y conflicto, se padece una manía.
La tendencia a colocar los objetos de manera simétrica y alineada.
La preocupación por hacer recuentos una y otra vez, por la necesidad de numerar y clasificar.
La rigidez extrema con la puntualidad propia y ajena.
Manías en torno a la limpieza, los escrúpulos y la salud.
Miedo irracional a enfermar que conduce a tomar precauciones exageradas, a visitar herboristerías, a acudir a médicos por síntomas leves, a consultar curanderos, a protegerse con temor de las corrientes, de los contagios, de todo lo que se atisba como un peligro.
Necesidad de lavarse continuamente las manos o la boca.
Temor a tocar cosas que hayan tocado otros.
Aversión a dar la mano a otras personas.
Costumbre compulsiva de limpiar una y otra vez la casa.
Miedo exagerado a contaminarse con productos alimenticios y sus componentes.
Asco de las propias secreciones corporales.
Manías relacionadas con la seguridad
Tendencia a comprobar una y otra vez que puertas, ventanas, grifos, llaves, luces están debidamente cerrados o apagados.
¿Cómo se sabe si una persona padece una manía patológica?

El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales de la American Psychiatric Asociation señala unos criterios para el diagnóstico del trastorno obsesivo-compulsivo de la personalidad relacionado con los ritos compulsivos.

La aparición de cuatro o más de los siguientes síntomas puede ser motivo consulta a un profesional.
Preocupación por los detalles, las normas, las listas, el orden, la organización o los horarios hasta el punto de perder de vista el objeto principal de la actividad.
Perfeccionismo que interfiere en la finalización de las tareas. Se es incapaz de acabar un proyecto porque no cumple sus propias exigencias.
Dedicación excesiva al trabajo y a la productividad con exclusión de las actividades de ocio y las amistades (no atribuible a necesidades económicas evidentes).
Excesiva terquedad, escrupulosidad e inflexibilidad en temas de moral, ética o valores.
Incapacidad de tirar los objetos gastados o inútiles, incluso cuando no tienen un valor sentimental.
Recelo a delegar tareas o trabajos en otros, a no ser que éstos se sometan a su manera de hacer las cosas.
Parquedad en los gastos propios y ajenos; el dinero se considera como algo que hay que acumular en previsión de catástrofes futuras.
Rigidez y obstinación de carácter.

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