El Mentiroso


Detectar a un mentiroso es más difícil de lo que pensamos, porque si se trata de un fabulador que se especializa en el arte de mentir, su conducta es una actuación que puede no mostrar ninguna evidencia que lo delate.

Los mentirosos son tan eficientes para mentir que hasta ellos mismos se llegan a creer sus propias mentiras.

Una investigación sobre credibilidad, llevada a cabo en 2006 por Charles F. Bond de la Universidad de Texas y su colaborador DePaulo, mostró que sólo el 54% de los que participaron en el experimento pudo darse cuenta cuándo una afirmación era verdadera o falsa, pudiendo reconocer con más frecuencia las verdaderas.

Contrariamente a lo que se puede suponer, son más fáciles de detectar las señales acústicas de una mentira (o sea el contenido que se escucha) que las visuales (gestos y conducta visible del sujeto).

Los voluntarios que intervinieron en la prueba podían distinguir mejor entre las afirmaciones verdaderas y falsas cuando los escuchaban con atención que viendo cualquier otro indicio.

La conclusión es que se puede descubrir a un mentiroso escuchándolo más que viéndolo.

El que dice una mentira generalmente termina contradiciéndose, por eso es importante prestar mucha atención. Además suelen no abundar en detalles, sus dichos aportan datos confusos difíciles de comprender y se apartan con facilidad de la lógica.

Difícilmente un mentiroso admita que ignora algo o que no lo recuerda, porque no tiene ningún escrúpulo en inventarlo. Por otra parte, su actitud puede mostrar a veces alguna señal de nerviosismo y su nivel de voz es por lo común más elevada que lo necesario.

Un mentiroso necesita tiempo para inventar una mentira, por lo que si cuenta con pocos minutos es más fácil que se note que está mintiendo.

Pedir explicaciones y detalles puede facilitar descubrirlo, ya que cuanto más hable más probable será que caiga en contradicciones y que no pueda controlar el contenido de sus afirmaciones.

La técnica que utiliza la policía en los interrogatorios es precisamente esa, permitir que el sospechoso repita todas sus declaraciones y dejarlo hablar hasta que cometa un error.

A la hora de detectar mentiras todos somos bastante ineficaces, de modo que si el embustero desempeña bien su papel cualquiera puede ser engañado.

De acuerdo a la hipótesis del psicólogo Patrick Müller de la Universidad de Utrecht, los voluntarios que participaron en su investigación que eran más inseguros emocionalmente reconocieron mejor las afirmaciones falsas. Quiere decir que lo mejor es no sentirse demasiado seguro si se desea detectar mentiras.

Esto puede deberse a que la persona demasiado segura de sí misma tiende a imaginar con antelación lo que el interlocutor le va a decir y sólo busca signos que confirmen su suposición, independientemente de la verdad o falsedad de la respuesta.

Ser engañado hace que uno se sienta mal consigo mismo y que disminuya su nivel de autoestima; sin embargo, a la mayoría de las personas suele pasarles lo mismo; de modo que no se trata de haber fallado en reconocer una mentira, ya que esto no depende tanto de la propia sagacidad sino del talento del embustero.

Descubrir a un mentiroso no es cuestión de edad, formación o género, porque todos podemos ser engañados de la misma forma.

Fuente: “Mente y Cerebro”, No.47/2011, “La mentira”, Marc-André Reinhard, doctor en Psicología Social e investigador en la Universidad de Mannheim.

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