Animarse a ser auténtico


En la vida, siempre pagamos precios, nos guste o no la idea. Por cada decisión y actitud que tomamos vendrán consecuencias imaginadas y otras jamás pensadas. Veamos cuánto nos cuesta la autenticidad en este mundo.

Incluso cuando no hacemos nada y postergamos una acción, estamos eligiendo. Eso también tiene su precio.

Cuando nos referimos al precio de una decisión no estamos haciendo alusión a algo negativo, sino a ser conscientes y asumir que todo lo que hacemos o dejamos de hacer tiene una influencia decisiva en nuestras vidas. Cuando comenzamos a darnos cuenta de esto, se hace cada vez más evidente que pagar precios por vivir de una manera ingrata no tiene sentido. Es más conveniente pagar por un helado delicioso que por chupar un clavo oxidado. Sin embargo, muchas veces chupamos clavos queriéndonos convencer de que se trata de una combinación de crema tramontana y chocolate con brownie.
Distintas máscaras

¿En qué áreas de su vida no se ha animado aún a correr el riesgo de ser auténtico? ¿Por qué creyó que era mejor pagar el precio de mostrarse como quien no es? ¿Qué sucedería si el mundo se enterara que es mucho más de lo que muestra? Si bien es cierto que no somos iguales con una pareja que con un hijo, un jefe, o con los padres, también es verdad que el común a todas esas relaciones es nuestra esencia. Y si esta está desgastada por ser como los demás esperan, el precio que pagamos por ser queridos y aceptados es muy alto.
Liberarnos

Todos hemos aprendido a “interpretar” roles y “ponernos máscaras” para obtener beneficios. ¿Cuáles han sido o siguen siendo sus caretas?

Nuestra propuesta es deshacernos de aquellas que, por diversas razones, elegimos interpretar en algún momento y hoy nos resultan pesadas o incómodas.
Identifique su máscara

A continuación enumeramos las máscaras más comunes para que pueda identificarse y, por qué no, reírse un poco de usted mismo: no hay mejor remedio que tomarnos nuestras miserias con una seria liviandad.

1) La víctima: “El mundo está contra mí”. Nunca se hace responsable de lo que le pasa, siempre la culpa es de otros (el país, la empresa o los padres).

2) El pobrecito: “Soy indefenso”. En el fondo es muy cómodo y logra que los demás hagan todo por él (nunca pide, siempre obtiene todo manipulando).

3) El duro: “Nada me afecta, aguanto todo, soy fuerte y los que se emocionan o lloran son débiles”. Por ser así, al final, termina solo ya que nadie comparte con él sus tristezas.

4) El salvador: “Me hago cargo de todos y no necesito ayuda”. Está siempre ocupado en resolverle la vida a los demás así no se ocupa de sus problemas (precisa que los demás lo necesiten).

5) La falsa madre Teresa: “Me muestro evolucionado, hablo todo el tiempo de la energía y del amor”. Sin embargo, este tipo de personas puede que hace tiempo no tengan ni pareja ni sexo pero que sí tengan mucho resentimiento acumulado.

6) El negador: “Todo lo que leo me resulta ajeno, nada me toca, nunca tengo problemas. Todo hasta que me enfermo, me divorcio o choco con el auto… No obstante, jamás relaciona ésto con su cerrazón.

7) El peleador: “Vive a la defensiva”. Ve amenazas, agresiones y malas intenciones donde no las hay. Siente que todo es una porquería y que lo único que le queda es defender lo poco que tiene.

8 ) El provocador: “Necesito ser el centro de atención, estoy permanentemente provocando a los demás”. Le gusta generar reacción en los otros y que todos terminen hablando de él, aunque hablen mal.

9) El incontinente verbal: “No puedo parar de hablar, me aterra el silencio, vivo diciendo cualquier cosa con tal de matar el silencio…” Se hace el chistoso, habla del tiempo, de política o de la vecina, pese a que se dá cuenta de que los demás se cansan de escucharlo.

10) El adecuado: “Me muestro correcto, formal y cortés…” Sin embargo, en el fondo se siente bohemio, creativo, loco y diferente.
Una propuesta para cada tipo

La buena noticia es que cada una de estas máscaras tiene su versión luminosa, aquí se las presentamos. Por lo tanto, lo invitamos a que se lance por la conquista de la que le haga falta. Veamos…

1) La víctima: responsabilícese por todo lo que lo rodea. Aunque no lo parezca, cuanto más se responsabiliza del afuera más se sentirá liberado.

2) El pobrecito: pida ayuda sólo en lo que no puede hacer y observe qué necesitan los otros. Es bueno que los demás sepan que usted está dispuesto a ofrecer su ayuda.

3) El duro: reconozca que le hace falta coraje para mostrar sus necesidades emocionales y disfrute más del encuentro con los que quiere.

4) El salvador: ayude por el placer de dar y muéstrese vulnerable para permitir que los demás le den.

5) La falsa madre Teresa: trabaje en su búsqueda espiritual aceptando, en ese proceso, sus aspectos más mundanos y oscuros.

6) El negador: antes de decir que no y reaccionar tómese un tiempo para aprender y crecer con lo que lo incomoda.

7) El peleador: no necesita defender nada, su aceptación puede ser muy valiosa, hay mucho para aprender si no reacciona.

8 ) El provocador: encuentre la forma de ser querido sin avasallar a los otros.

9) El incontinente verbal: trascienda la incomodidad del silencio y quédese quieto sin hacer ni decir nada, probablemente los otros tengan mucho para decirle y usted, mucho para escuchar.

10) El adecuado: anímese a mostrarse “loco”, tal cual es sin estar pendiente de los juicios ajenos.

La lista de personajes podría continuar, pero lo importante es que podamos reconocer nuestras propias máscaras para iniciar un camino donde poder soltarlas y dar paso a nuestro ser libre y genuinamente feliz. Claro que esto no ocurrirá por arte de magia. La propuesta es que busquemos los medios como para que eso suceda.

Sólo así podremos disfrutar plenamente de la vida, y los demás podrán disfrutar de nuestra compañía.

No hay comentarios :