El Rumor, estrategia en tiempos de crisis
Los rumores se propagan fácilmente porque hallan terreno fértil en la sociedad que vive un momento de crisis.
En uno de los estados de Norteamérica, antes de que terminara la segunda guerra mundial, un docente chino llegó hasta ese lugar y preguntó a uno de sus habitantes cómo tenía que hacer para alcanzar la cima de una colina próxima.
Después de una hora, comenzó a circular el rumor de que un espía japonés estaba tomando fotografías de la zona desde el punto más alto de la ciudad.
Algo similar está ocurriendo ahora con la filtración de información confidencial en medios diplomáticos de los Estados Unidos sobre personalidades políticas destacadas en el mundo.
Los rumores surgen de improviso de fuentes informales a partir de un hecho real que por lo general es intrascendente y sin fundamento serio, cuyo tema, de acuerdo a las circunstancias, puede servir para captar el interés de la mayoría.
Son chismes que se propagan como reguero de pólvora y se apoderan de la atención popular y que los medios de comunicación convierten, según el eco que despierten, en el tema del día, de la semana o del mes si da para más.
Las víctimas de un rumor son personas destacadas, políticos, gente del espectáculo famosa, millonarios, empresarios conocidos y todo aquel que pueda impresionar al público con algún escándalo, alguna trasgresión, alguna conducta inapropiada, con la revelación de un secreto inconfesable o con alguna frase que dijo alguna vez que sirva para la polémica, generalmente fuera de contexto.
La persona más expuesta a ser criticada, analizada, cuestionada, observada y triturada con la máquina de picar carne que utiliza el periodismo, es la que tiene a su cargo un cargo público.
Esas personas suelen ser catalogadas todas con la misma vara y se convierten en blanco de rumores, murmuraciones, trascendidos que comienzan generalmente con algún suceso y que pueden convertir en un escándalo y transformarse en un monstruo difícil de neutralizar, porque se fue generando con el aporte de todos los que lo difundieron adornado con sus propias ideas y prejuicios.
Esta deformación que sufre una información a veces llega a hacer desaparecer el núcleo que le dio origen y puede crear otros infundios mediante la acentuación de datos comprometedores, la omisión sistemática de todo lo que lo haga parecer inocente y la interpretación que puede hacer cada uno, según sus esquemas mentales pre existentes.
La gente por lo general escucha un trascendido que le interesa, pero sólo recordarám el veinte por ciento de la información, porque la memoria es frágil y se tiende a llenar los espacios vacíos con inventos.
Además la información periodística es siempre parcial e incompleta, cuando no también falsa, y lo que recibe el que escucha es apenas una parte de un relato que carece de detalles específicos y de fuentes fidedignas, porque el resto queda en una nebulosa que difícilmente se despeja algún día.
Un rumor puede ser la chispa que hace estallar un barril de pólvora, porque la forma de relatar el suceso y la intención oculta de coincidir con ese contenido, puede exacerbar los ánimos sensibilizados por otros candentes temas.
Un rumor, aunque no esté confirmado, puede provocar pánico, hacer caer a la bolsa de valores, provocar la quiebra de un banco, desestabilizar un gobierno, destruir una familia, terminar con un matrimonio y hasta mover a alguien a cometer un suicidio o un asesinato.
Antes de contribuir a difundir un rumor, pensemos qué intereses está favoreciendo y si dudamos de su procedencia, no le hagamos el caldo gordo.
Fuente: “Psicología del Rumor”, Gordon W. Allport, Leo Postman.
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