El otro lado del Pensamiento Positivo


Existen personas que prefieren no creer que el pensamiento positivo tenga algún efecto sobre la realidad.

Bárbara Ehrensreich, conocida en USA por sus ideas intelectuales izquierdistas, escribió un libro titulado “Ríe o muere – Cómo el pensamiento positivo se expandió por América y el mundo”; en el que expone su punto de vista en contra de las exageraciones en que incurren los que creen que pensando en positivo pueden solucionar mágicamente cualquier problema, ya sean éstos de índole sentimental, laboral o de salud.

La autora señala que el pensamiento positivo, no sólo arruinó a los Estados Unidos, sino que sus efectos se expandieron a todo el planeta; y que además, esta forma de pensar puede conducir a negar la realidad.

El padecimiento de una grave enfermedad le hizo vivir las presiones de los que la rodeaban para que elevara su espíritu, condición que a ella, lejos de mejorarla, le agregó sufrimiento a sus dolencias.

Según su punto de vista, no existen pruebas concluyentes que confirmen que el pensamiento positivo sea un factor que sirva para revertir una enfermedad y prolongar la supervivencia.

Reconoce, sin embargo, que hay quienes han tratado este tema con seriedad pero que lamentablemente abundan los que han convertido esta creencia en una panacea.

La autora rastrea el origen en Estados Unidos de esta forma de ver el mundo y lo localiza en las creencias puritanas de los primeros colonos americanos.

En efecto, la religión protestante, considera un elegido a la persona que tiene éxito en la sociedad, de manera que el que no aspirar al progreso estaría contrariando designios divinos.

Sin embargo, desde mi modesta perspectiva, no me parece que a los Estados Unidos les haya ido tan mal hasta ahora, comparándolos con otros sistemas de gobierno en el mundo, basados en filosofías diferentes.

Hasta donde yo se, Norteamérica es una democracia con alto nivel de vida que muchos envidiarían, a pesar de sus grandes defectos.

En Argentina, la propuesta religiosa más difundida que me incluye, considera la vida terrenal como un valle de lágrimas y ese sufrimiento la condición para ganarse la vida eterna después de muertos.

Ese modo de pensar, no ha servido para borrar la ambición de las mentes de los fieles, que continúan aferrados a los bienes materiales tanto como los norteamericanos, sólo que con culpa, la culpa de estar haciendo algo que el Ser Supremo no solo no comparte sino que también penaliza.

La culpa nos lleva a vivir en una contradicción, querer disfrutar de la vida y ver sólo nuestro propio ombligo, pero a la vez simular que amamos al prójimo rasgándonos las vestiduras haciendo de justicieros.

La queja, la violencia y la necesidad de proyectar la culpa buscando culpables y chivos expiatorios nos hace ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Pienso que es tan irreal apelar al pensamiento positivo y sentarse a esperar resultados mágicos, como empeñarse en pensar en negativo y no tener fe ni ninguna esperanza.

La realidad no posee atributos negativos o positivos porque dichas cualidades son creaciones humanas y se relacionan con las experiencias.

Somos nosotros los que le damos significado al mundo; porque según como lo vemos pensamos, y según como pensamos actuamos; y esos actos crearán nuevas experiencias que serán el resultado de nuestras acciones.

Una persona, con un punto de vista materialista y racional no podrá creer nada, más allá de lo que le muestran los sentidos y cualquier referencia a poderes intangibles de la mente o del espíritu no tendrán sentido para ella.

Sin embargo, los hombres de ciencia, como los médicos, reconocen, a partir de sus experiencias clínicas, la importancia que tiene la actitud y las creencias de los enfermos en su curación.

El pensamiento positivo permite la creatividad, porque nadie hace nada si no tiene fe ni esperanza, en tanto que lo negativo sólo existe por oposición porque en si mismo no representa nada en absoluto.

El que renuncia a tener vida simbólica y pretende racionalizar todo, vive en un mundo limitado y artificial, tan irreal como la más mágica de las creencias.

Si el pensamiento positivo se expandiera por el mundo como un reguero de pólvora, se produciría el milagro del cambio.

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