El Dominio de Uno Mismo


Una de las grandes diferencias entre las personas, que en muchas formas condicionan su destino es la capacidad para dominar sus pasiones.

En una pequeña población de Estados Unidos, donde todos se conocen, ocurrió un crimen que una vez más confirma la hipótesis de la policía cuando comienza una investigación, que es considerar como primer sospechoso a algún miembro cercano de la familia.

La madre de tres hijos fue brutalmente asesinada y los posibles involucrados en el hecho, tenían todos coartada.

Había muchas presiones de las familias de ambos cónyuges para que la policía encontrara al culpable, ya que el marido era hijo del ministro de la iglesia local y la esposa la hija de un senador.

Se supo que el matrimonio desde hacía algún tiempo vivía separado y según el suegro de la mujer, parecía que ella había comenzado una nueva relación con un sujeto que piloteaba aviones; pero al investigarlo quedó libre de sospecha porque en el momento del crimen se encontraba en otra ciudad.

Después de un año de investigación, la policía aún no había podido hallar ninguna pista ni había detenido a ningún sospechoso. Pero afortunadamente para ese entonces, algunos vecinos comenzaron a atreverse a aportar algunos datos que fueron importantes para la causa; declarando haber visto merodeando días antes por la zona, a un automóvil manejado por una persona desconocida.

Fue difícil encontrar el vehículo, pero finalmente fue hallado en la playa de estacionamiento de un boliche de dudosa reputación.

El propietario del local dijo que era un auto que utilizaban sus empleados para realizar diligencias, ya que él poseía otro para su uso personal.

Efectivamente, la fatídica noche del asesinato, el encargado de la vigilancia había usado el vehículo para un asunto privado, de modo que la policía allanó su domicilio y procedió a su detención.

El sujeto, que tenía pésimos antecedentes penales y estaba ebrio; fue inmediatamente interrogado; y la policía no tuvo mayores dificultades para que confesara el hecho, que había ejecutado, contratado por el marido de la víctima.

Lo había conocido en el local de esparcimiento donde él hacía la vigilancia y donde el instigador concurría en forma frecuente, confesándoles que le propuso matar a su esposa, a cambio de una importante suma de dinero.

Mientras tanto, el verdadero asesino había abandonado el pueblo y se había radicado en otro estado con sus hijos. Sin embargo se logró su detención y fue sometido a juicio, recibiendo una condena de cadena perpetua.

Este lamentable hecho puntual es un ejemplo de los miles de hechos similares que ocurren en todas partes del mundo, perpetrados por personas contra sus propios familiares más cercanos, motivados por sus pasiones.

La historia está llena de casos similares, principalmente en las familias monárquicas, donde el uso del poder permitió siempre gozar de impunidad por las acciones criminales.

Cuando el dinero no es el obstáculo, es el orgullo herido y la necesidad de venganza la causa de los asesinatos, cuando algunas personas son incapaces de superar la afrenta y el abandono.

En este caso, pudo haber sido la disputa por la tenencia de los hijos, al sostener ambos una conducta intransigente por no poder deshacerse de viejos rencores, utilizándolos para vengarse.

Una separación cruenta siempre corre el peligro de tener un resultado sangriento, porque un ser humanos es capaz de todo cuando las circunstancias lo impulsan y no tiene el dominio necesario para trascenderlas.

Siempre hay otra salida, un plan B para cuando no se puede lograr lo que se desea y humanamente eso es posible mediante la negociación, donde ambos tendrán que ceder algo para ganar mucho, o sea, la paz y la felicidad de los hijos y hasta la de ellos. Porque el tiempo cura todo y lo que en un momento parece intolerable resulta más adelante menos doloroso y hasta se puede convertir en algo positivo.

Los seres humanos pueden lograr el dominio de si mismos y controlar sus pasiones si pueden pensar en alguien más que en si mismos y tienen la grandeza de alma para evitar el daño que les causarán a sus hijos, que son las víctimas inocentes de los errores que cometen sus padres.

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