El Dolor Post-Traumático


Aunque todos sabemos que algún día vamos a morir y también nuestros seres queridos, nos aferramos a la idea de la permanencia eterna en esta tierra.

No importan las vicisitudes que estemos pasando, lo cierto es que nadie tiene ningún apuro de abandonar su cuerpo.

Pero las tragedias suceden, principalmente cuando la mente no se puede concentrar en lo que está haciendo, preocupada por los problemas cotidianos que la abruman.

Cuando el dolor de la pérdida nos conmueve, es difícil poder aceptarlo, y entonces nos rebelamos ante la adversidad culpando a Dios por tan cruel destino.

Muchas desgracias personales son evitables, sin embargo, el hecho de vivir como anestesiados, casi sin conciencia de nuestros actos y sumidos en intereses descartables, nos lleva a cometer errores que son irreparables.

Aunque volver atrás en el tiempo es imposible y nada de lo que ya ha ocurrido se puede modificar, nuestros pensamientos se empeñan en vivir en el pasado dejando de lado la actualidad que es de lo que depende nuestro futuro.

El cambio es la característica de la realidad en que vivimos y es lo que más se teme porque obliga a enfrentarse con lo desconocido.

La desaparición física de un ser humano puede destruir una familia, deshacer una pareja, disolver un negocio, llenar de zozobra e inseguridad a sus deudos y principalmente dejar un vacío que jamás podrá ser ocupado por otro. Porque aunque la vida continúe y siempre se pueda volver a empezar, ya sea formando otra pareja, contando con padres sustitutos, tal vez otros hermanos, ninguno de ellos lograrán ser aquellos que se han ido.

Es imposible enterrar el pasado para siempre, pero se puede seguir viviendo con el mismo entusiasmo si lo dejamos atrás como parte de nuestra historia, como un recuerdo, sin culpas ni remordimientos.

Todas las experiencias de la vida dejan su huella pero no nos tienen que destruir, porque cada vida tiene su propia trayectoria y un destino que cumplir.

Cuando nos toca transitar por senderos difíciles creemos ser los únicos pasando por eso; sin embargo hay muchos más de los que podemos imaginar que están pasando por lo mismo.

Los grupos de autoayuda de personas que están viviendo el dolor de un trauma, permiten hablar de los hechos pero también escuchar las experiencias de otros que también están sufriendo.

La mayoría se siente de alguna manera culpable, y más aún si se trata de desapariciones repentinas; y este sentimiento de culpa es el principal responsable de los duelos que no se pueden elaborar.

Elaborar un duelo significa integrarlo a la identidad y poder seguir viviendo con eso.

En los grupos, cada miembro no solo relata sus experiencias y cómo se siente sino que también describe los recursos con los que cuenta para superar las pérdidas.

Algunos son sobrevivientes de una tragedia colectiva; y esta circunstancia puede trastornarles la vida. Porque el que sobrevive se empeña en descubrir la razón que existe para que él siga viviendo y los otros no.

Pretenden penetrar en el misterio del universo y pueden adoptar actitudes de omnipotencia, creyendo que es un elegido o que se ha vuelto invulnerable a todo, hasta que se cumpla su destino.

La gente que ha protagonizado accidentes graves, suele olvidar los detalles esenciales de la tragedia pero puede recordar la impotencia de no haber podido hacer nada.

Otros recuerdan la presencia de ánimo que tuvieron para salvar a otros y descubren que en los momentos de desesperación se pueden adquirir capacidades sobrehumanas.

Volver a la vida luego de un trance difícil y tener que enfrentar la pérdida de seres queridos, puede sumergir a una persona en la depresión.

Sin embargo la fuerza de la vida siempre se impone y se puede lograr tener la valentía suficiente como para empezar de nuevo.

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