El Insomnio


Dormir es una función que para la mayoría de las personas es un hecho normal, pero existen millones de personas que sufren de insomnio y las razones son numerosas.

Los insomnes saben que ni bien apoyan su cabeza en la almohada, se quedan despiertos, preocupados, por lo general repasando mentalmente sus asuntos pendientes, revisando sus discusiones y malentendidos o pensando en todos los temas del día siguiente.

Casi todos hemos experimentado alguna vez insomnio y sabemos que ante esta situación la ansiedad que nos provoca aumenta la posibilidad de no conciliar el sueño.

Sin embargo, no es la falta de sueño el problema, ya que estamos rodeados de gente que se queda dormida en el colectivo, en los bares, en las plazas y hasta en los trabajos; sino la circunstancia de no poder gozar de una noche de reposo reparador.

La necesidad de sueño entre los 17 y 25 años es mayor que en cualquier otra edad desde la infancia, por lo tanto si los jóvenes sufren de insomnio es probable que se deba a presiones sociales o académicas.

También circula la idea de que la gente mayor necesita dormir menos pero esto no es una condición natural sino que está más relacionado con las actividades durante el día.

En realidad, mejorar la calidad del sueño por las noches incluye mejorar nuestra vida en estado de vigilia.

Es necesario recuperar el sueño nocturno, porque nos ofrece una sensación de vitalidad que nos acompañará durante todo el día.

Todavía no existe una opinión formada sobre qué significa el sueño; pero lo evidente es que nos permite recuperarnos de nuestras fatigas y esfuerzos diarios.

Nuestro cuerpo no está aislado sino que forma parte de un medio del cual participa, este medio también es parte de una estructura superior más compleja y así todo el planeta.

En la naturaleza todo está en proceso de cambio y el cuerpo también. No es lo mismo el cuerpo a la mañana que a la noche.

La naturaleza posee un carácter cíclico en todos sus niveles, pero nuestro modo de vida está muy lejos de los ritmos naturales que regían la experiencia humana hasta no hace mucho tiempo.

Vivir en armonía con los ritmos naturales permite que nuestras funciones biológicas se desarrollen normalmente, en cambio, si no respetamos esos ritmos estamos fomentamos desórdenes orgánicos que son los que nos provocan insomnio.

Aprender a vivir al compás de los ciclos de la naturaleza significa ponernos otra vez en contacto con las fuerzas naturales que operan dentro de nosotros mismos.

Acostarse a la misma hora, no más tarde de las 23.30 todas las noches, garantiza conciliar el sueño; porque es la hora en que se desencadena el ritmo del dormir. Pasada esa hora, el cuerpo libera sustancias para mantenerse despierto, con el propósito de ayudar al organismo en supuestas situaciones de necesidad, y recién a las dos de la mañana el ritmo biológico del sueño se restablece en forma natural.

Lo mismo nos ocurre con la comida. Si se pasa la hora en que comemos habitualmente, se pierde el apetito, porque el cuerpo, para evitar el sufrimiento del organismo y mantener la homeostasis, elimina sustancias para enfrentar la supuesta hambruna. Posteriormente, pasadas dos horas se restablece el hambre normalmente.

Todas las perturbaciones del sueño y muchas enfermedades se deben a que hemos perdido esa relación con lo natural que se da sin ningún esfuerzo y con facilidad, permitiéndonos una experiencia de vida mucho más satisfactoria.

Cuando no podemos dormir lo mejor es quedarse quieto en la cama con los ojos cerrados con una actitud de entrega, sin darle importancia al hecho de no poder dormir, centrándose principalmente en el acto de descansar en forma relajada y sin preocuparnos.

Cuando aprendemos a vivir plenamente, con plena conciencia, tratando de no dejar cabos sueltos para atar al día siguiente, el sueño llegará de manera natural.

No olvidar que lo peor que podemos hacer cuando nos acostamos es empeñarnos en conciliar el sueño. Cualquier empeño voluntario para dormir nos hará desvelarnos aún más.

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