Problemas de autoestima


En algunas entradas, hemos estudiado tanto los problemas reales (y aquellos que nos causamos a nosotros mismos), como la clasificación de los problemas en relación a sus características fundamentales.

Vimos que, dentro de esta categorización, los problemas de autoestima tenían una importancia destacada.

Como todos sabemos, las personas necesitan el reconocimiento de sus obras, para así sentirse felices, contentos y en paz. Siempre y cuando nos sintamos valorados, y queridos por aquellos que nos rodean (no sólo en nuestro entorno más cercano, como pueden ser nuestra pareja, familiares o amigos, sino en el entorno laboral en sí), nuestra autoestima estará en el lugar que le correspondería para sentirnos bien con nosotros mismos y con los demás.

No obstante, la baja autoestima no consiste en otra cosa que en declararnos culpables, en un juicio donde, como opinan diversos autores, nosotros mismos somos el jurado, el juez, y el acusado. Obviamente, en este momento no somos del todo objetivos, pues “luchamos” por evidenciar esa serie de cuestiones que sustenten lo poco que valemos, sumergiéndonos en un círculo negativo que, realmente, nos puede llegar a hacer mucho daño.

Muchos estudios han avalado que, en cierto sentido, nuestros padres son los “causantes” de los problemas de los niños, y, en especial, de aquellos problemas de autoestima a los que nos venimos refiriendo. Y es que, si nuestros padres están o han estado influenciados por sentimientos desfavorables, es más que posible que hayan actuado de alguna u otra forma impulsados por los mismos; esto es, irracionalmente y con el único objetivo de apaciguar sus propias aspiraciones.



No se trata aquí de juzgar a nuestros propios padres, de ninguna manera, dado que, en primer lugar, es preciso comprender que no se desea emitir opiniones que le hagan pensar mal de ellos, pero hay que reconocer que son seres humanos, y que por tanto se pueden haber equivocado al educarnos. Y es que seguramente nuestros padres lo han intentado hacer como mejor sabían -o pensaban-, pero muchas veces, como veremos a continuación, simplemente nos dañaban con un juicio de valor que consideraban adecuado.

No en vano, cuántas veces de pequeños habremos querido hacer algo, o, en nuestra adolescencia, hemos querido estudiar una determinada materia y, sin embargo, al final no lo hemos hecho por la opinión de nuestros padres, (o familiares y amigos), o incluso algo en aquello que simplemente hemos fallado, y se nos ha acusado como si hubiera sido el mayor de los errores.

Este es precisamente uno de los motivos que darán como resultado final una baja autoestima. Liberarse de esas ataduras mentales no es fácil, pues una baja autoestima significa que nos hemos dejado dominar por un sentimiento desfavorable de autovaloración, que, finalmente, ha girado en nuestra contra, de forma negativa, al haberlo tomado como una “verdad absoluta” y no como lo que realmente pudo haber sido: una opinión, respetada en todos sus sentidos.

Para tratar de solucionarlo, es preciso ser conscientes de aquello que realmente somos, y distinguir de forma objetiva y realista aquello que, o bien ahora, o en un tiempo atrás, nos dañó provocándonos debilidad con nosotros mismos.

En este caso, es necesario tomarse los juicios de los demás por simplemente lo que son: opiniones que intentan ayudarnos, o incluso hacernos daño. Siendo ecuánimes y examinando a la persona de forma realista, analizando fríamente si lo que querían nuestros familiares, padres o amigos era válido realmente, o quizá el fruto de un sentimiento desfavorable por parte de ellos.

A partir de este momento, podemos realizar un juicio crítico de estas actitudes, y reforzarnos mentalmente que, simplemente, yo soy lo que soy, y valgo simplemente por ser como soy; pudiendo cometer errores, pero de los cuales debemos aprender, y nunca decaer o debilitarnos por las opiniones de otros.

No hay comentarios :