La crisis y el final de una relación


Se dice que el amor es un sentimiento intenso del propio ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser. Es algo más que obvio que, ese mismo sentimiento (aquel que tenemos hacia esa otra persona, y la cual consideramos como alguien único, especial), nos completa, y da energía para convivir, comunicarnos y crear.En este caso, esa afectividad no estaría íntegramente relacionada con el género humano, pues también estaría circunscrito a aquellos otros seres que puedan desollar ciertos nexos considerados como emocionales.

Sin embargo, esa tranquilidad y paz que nos transmite el saber que estamos con la persona adecuada, con aquella persona amada y por la cual soñamos día a día, se puede tornar oscura si la estabilidad no es la misma que antaño, y el mañana se observa con temor pues se desconoce lo que puede ocurrir.

Y es que, si bien el amor no llegaría en sí a impedir una crisis, sí se pueden dar las “pautas” oportunas para que ello surja, algo que en cierto aspecto es tratado de forma distinta por ambos miembros de la pareja.

Algunos autores e investigadores opinan que no existen unas características fijas que nos ayuden a conocer si una relación a llegado a su fin o no, y si ésta es puramente una crisis pasajera o algo más serio. Serio, eso sí, no en un sentido estricto, pues si lo tomamos desde una perspectiva optimista y positiva, ello nos podría dar pie a abrir las puertas a otra persona, siempre y cuando ya la pareja en sí no era fructífera.

No en vano, existen muchos sujetos que tienen miedo al cambio, a comenzar de cero, y este hecho les condiciona a analizar las cosas de manera objetiva, tratando de ver siempre de forma realista las circunstancias del momento, pues en el momento de la crisis nuestro estado emocional se altera. Si bien ésta podría incluso llegar a ser considerada como una forma “positiva” para que la pareja salga reforzada, en algunos aspectos -y teniendo en cuenta la forma en que ambos se tomen el problema- esa “contienda” se podría llegar a convertir en una verdadera separación; algo que todos no nos paramos a pensar al comenzar una relación, pero que, inevitablemente, se podría producir pues no todo es duradero de forma eterna.

En ese caso, la distancia, la objetividad, y el observar la propia realidad de los hechos de forma detenida y paciente, podríamos llegar a entender que una ruptura no es el fin de nuestra vida, ni de nuestra vida personal en sí: es sólo el final de una relación que, si bien nos mantenía unida hacia otra persona, ha llegado a su fin porque ya se vivió todo cuanto teníamos que vivir, y puede ser el paso a otras nuevas posibilidades.

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