Cuento:El demonio en el espejo


Érase una vez un joven príncipe rico y avaricioso que iba caminando por un largo camino de piedra hacia su casa. En mitad del camino, el joven encontró a un anciano mercader que vendía un viejo espejo con el marco bañado en oro. El joven, hipnotizado por la belleza del espejo, quiso comprárselo al anciano:

-Le ofrezco lo que desee por ese maravilloso espejo -dijo el joven.

El anciano alzó la vista y le contestó:

-¿Este espejo? Puedes llevártelo si quieres, pero te advierto que es especial: es capaz de reflejar cómo son las personas en su interior. Y ten cuidado si lo rompes, pues nada bueno te espera en tal caso.

-Eso es solo un cuento -dijo el joven-. Me llevo el espejo.

Cuando llegó a palacio, lo primero que hizo fue colgar el espejo en la mejor habitación, donde mejor iluminación había. En cuanto el joven se reflejo en el espejo vio a un horrible demonio cuyo aspecto asustaría a cualquiera. El joven, espantado, se alejó del espejo y cerró la habitación para no verlo más. Al día siguiente, el joven no lograba sacarse esa imagen de la cabeza, la veía en todas partes y no sabía cómo olvidarla, así que decidió volver al camino y hablar con el anciano. Al llegar, el joven le dijo:

-Anciano, ese espejo estaba maldito. Hay un demonio viviendo en él.

-No hay ningún demonio -dijo el anciano-. Ese demonio eres tú y dentro de poco en eso te convertirás.

-¿Yo? –respondió, confuso, el joven-. Yo no quiero convertirme en esa cosa ¿Cómo puedo evitarlo?

-Deberás abandonar tu fortuna y vivir una vida más humilde -respondió el anciano-. Esa es la única manera de evitarlo.

-¡¿Renunciar a mi fortuna?! Jamás. Acabaré con esto destruyendo ese espejo.

Al llegar a la casa el joven, enfurecido, cogió un palo y rompió el espejo de un solo golpe. “Ya está, pensó, por fin todo esto acabó”.

De repente, el demonio que había visto en el espejo salió de entre los trozos de cristal y le dijo al joven:

-No has sido capaz de renunciar a tu codicia y has destruido el espejo. Ahora tendrás que sufrir las consecuencias.

El demonio aferró al joven y juntos desaparecieron entre los trozos del espejo, para ya jamás volver.

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