Cuento: El príncipe feliz


En un pequeño planeta, en realidad un pequeñísimo planeta de una galaxia muy lejana, vivía en su castillo de arena, el príncipe feliz. En su reino habitaban, pericos parlanchines que todo el día pasaban cotorreando, bellas ninfas de fuego, aire ,viento y tierra, viejos abetos que bailaban al ritmo del viento, pajaritos amarillos, gatos multicolores que tornaban su color a la luz de las miles de lunas que rodeaban el pequeñísimo mundo.

El reino del príncipe era muy tranquilo, por eso no tenía otro que hacer más que dibujar, y en verdad tenia talento, así pues entre muros de arena el príncipe feliz pasaba todo el día dibujando en hojas hechas de cáscara de plátano. Algunas ocasiones, por la tarde el príncipe daba pequeños paseos por el reino, pequeños; pues al no ser de una gran circunferencia su planeta, los paseos no duraban mas de unos cuantos minutos.

En unos de sus paseos el príncipe se enamoro de la ninfa mas hermosa que habían visto sus felices ojos, ella jugueteaba entre las flores rojas y ramas de los árboles, sus alas blancas como de seda brillaban intensamente y con la luz de la luna el brillo refractaba en los ojos del príncipe y al encontrarse la mirada de ambos, ella también sintió amor.

Ahora los dos juntos se paseaban por el reino y felices se prometían amor, los pericos parlanchines no dejaban de murmurar del idilio y al unísono gritaban:

-¡feliz seas, príncipe feliz!-mientras los viejos árboles bailaban un vals que les tocaba el viento.

Los gatos se pintaban colorados, como las mejillas de la hermosa ninfa y todos al unísono gritaban:

-¡feliz seas, príncipe feliz!- y -¡feliz seas, hermosa ninfa del príncipe-!- mientras un sequito real de ninfas, tiraba flores de primavera al camino de los enamorados.

Los dos juntos se paseaban por el reino y felices se prometían amor.

Un día la ninfa enfermo, su débil y enfermo corazón no soportaba más, la ninfa murió, muy triste el príncipe regresó a su castillo, de tanto llorar deshizo las paredes de de la fortaleza, lloraba y lloraba el príncipe, pasaron algunos días… el príncipe ahora muy flaco y blanco no lloraba mas, pues sus ojos se habían secado, los pericos parlanchines ya no parlaban, los árboles todos tristes no bailaban, los gatos se tornaron negros por el luto, todo era tristeza en su reino.

Era tan grande su amor que necesitaba algo para recordarla, entonces el príncipe tomo una hoja y empezó a trazar, al fin después de un rato admiro su obra, un retrato fiel de su amada, cada detalle era prefecto e idéntico, el largo del cabello, la respingada nariz, los ojos grandes, las cejas cortas, las largas alas, el femenino cuerpo… y lloro otra vez, rato después, cansado de llorar quedose dormido.

Un beso en la mejilla lo despertaba… ¡era su amada!

Ahora dos juntos se pasean por el reino, los pericos cotorrean, los gatos se pintan de colores y los árboles bailan. El príncipe y su ninfa felices se prometen amor eterno.

-¡feliz seas, príncipe feliz!- y -¡feliz seas, hermosa ninfa del príncipe!- todos gritan al unísono.

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