
Cuando un hijo o hija estudiante fracasa en alguna materia y saca mala nota en ella, muchos padres regañan y castigan. Lo normal es que el muchacho haya aprobado 6 o 7 materias y reprobara una o quizás dos. Sin embargo, será reprendido por ello. Si se quisiera ser justo, en realidad se debería premiarle 6 o 7 veces por los éxitos. Así, el niño o adolescente, aprendería más si recibe premios estimulantes por cada materia aprobada que por las sanciones al fallo o revés...
Esto es lo que demuestran los científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en los EEUU. Un grupo de investigadores encabezados por Earl K. Miller determinaron neurológicamente que cuando una neurona o célula cerebral participa en algún proceso donde un ser tiene éxito, las demás neuronas siguen el “comportamiento” de las células “exitosas”. Mientras que cuando se falla, no ocurre esto. Trabajando con animales en una tarea de aprendizaje, si el animal tiene una respuesta correcta y recibe su refuerzo positivo, las neuronas de su cerebro se hacen más efectivas y precisas para próximas respuestas ante otras situaciones. Por el contrario, cuando se produce un error, no pasa nada, y no se provocan aprendizajes que mejoren la respuesta. Solamente después del éxito es que el animal avanza en su enseñanza.
Desde el siglo pasado la psicología ha propuesto el refuerzo positivo o premio para lograr el aprendizaje. Si se hace lo adecuado o lo que se espera, se recompensa al individuo. También, se uso el reforzador negativo o la penalidad para extinguir las respuestas incorrectas. La ciencia contemporánea está demostrando que quienes hemos defendido la educación en positivo teníamos razón. La psicología social durante décadas ha manifestado que la represión y la violencia solamente engendran conductas negativas. Los niños maltratados con castigos son más infelices y tienden más al fracaso que los niños criados sin abusos en hogares afectuosos. Por ello, los padres deben hacer un esfuerzo. Es más fácil para papá o mamá reprimir, escarmentar, imponer sanciones para que el pequeño deje de hacer algo que no es conveniente. Así se logra que no lo haga, pero no ejercitará el aprendizaje, no se estimulará su inteligencia, sus capacidades ni sus habilidades. Tampoco aprenderá un comportamiento positivo ni a mantener una actitud abierta y optimista hacia la vida. Si nos ocupamos más bien en gratificar sus conductas apropiadas aunque sea con una distinción, un comentario de que lo hizo muy bien o una pequeña gratificación, estaremos contribuyendo a su pleno desarrollo bio-psico-social.
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