La Conciencia más allá del cerebro


Antiguas doctrinas orientales afirman que el Universo es conciencia inteligente y que las ideas sobreviven en ella como recuerdos.

Así como el cuerpo humano crece se desarrolla y mantiene el equilibrio de todas sus funciones y la naturaleza ordena cada una de sus manifestaciones, coordinándolas armoniosamente con un propósito; el campo de la conciencia crea y evoluciona de la misma manera.

También Carl G. Jung, con el concepto de inconsciente colectivo trata de explicar la memoria colectiva al observar cómo diversos mitos y arquetipos son compartidos por distintas culturas a pesar de pertenecer a distintas épocas.

Existen pruebas que demuestran que existe un campo inteligente que nos trasciende, nos contiene y con el cual estamos conectados.

Rupert Sheldrake, uno de los científicos más innovadores de la actualidad, explora las diversas maneras en que la conducta de los animales domésticos nos puede enseñar a cuestionar los límites del pensamiento científico convencional.

Los perros saben cuándo sus dueños llegan a casa, los gatos quieren responder al teléfono cuando llama alguien significativo, los caballos pueden volver sin saber el camino de regreso, hay animales que anticipan terremotos, estos son algunos comportamientos que demuestran una percepción superior a los sentidos.

Sheldrake introduce el concepto de campos mórficos para explicar esta clase de percepción en los animales, reconociendo que ellos tienen capacidades que los seres humanos hemos perdido.

Los vínculos entre animales existen dentro de un campo social, conectándolos aún cuando están separados, más allá de la comunicación sensorial. Igual que los campos conocidos de la física, los campos sociales conectan cosas a distancia, con la diferencia que éstos evolucionan y tienen memoria.

Los campos mórficos mantienen unidas y coordinan las partes de un sistema en el espacio y en el tiempo y tienen memoria de sistemas similares anteriores. Los grupos sociales humanos tales como las tribus y las familias heredan a través de sus campos mórficos una clase de memoria colectiva y el proceso por el cual esta memoria se transfiere del pasado al presente lo denomina resonancia mórfica e implica una influencia de lo semejante sobre lo semejante a través del espacio y el tiempo.

El cerebro humano puede tener un centro de la memoria pero la conciencia parece estar también más allá del cerebro.

El cerebro me pertenece pero las ideas nos pertenecen por participar juntos en el mismo campo y esto explicaría por qué los inventos se producen simultáneamente en distintas partes del mundo sin conexión entre si, porque tampoco se puede demostrar que una idea se produzca en el cerebro.

El campo de la conciencia es creativo y creó el cerebro que fue capaz de aprender a crear nuevos pensamientos, habilidades y recuerdos.

También la difusión de creencias de todo tipo que surgen en el mundo y que muchos pueden compartir, confirma la naturaleza del campo mental que es dinámico, evolutivo y poderoso.

Algunas creencias hace que el mismo hecho sea interpretado en forma diferente y los acontecimientos no puedan ser percibidos como son por si mismos.

Nietzche decía que una idea equivocada crece de generación en generación simplemente porque la gente cree en ella.

Krishnamurti decía que la forma más alta de inteligencia humana consiste en observarse a uno mismo sin formular juicios. Si pudiéramos aislarnos y ver como la conciencia almacenada de la memoria nos hace ver el mundo, podríamos ser testigos del campo mismo. Para él esto es la verdadera iluminación.

El Budismo nos dice que la clave consiste en la quietud interior al despojarnos del diálogo interno, cuyo torrente de ideas e impulsos provienen del pasado.

Después de la muerte física sobrevive la conciencia individual, ya que no puede desaparecer ni ir a ningún otro lado que no sea al campo de la conciencia, de donde nada puede salir o entrar ni nada ha nacido ni morirá jamás.

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